Los pueblos de montaña hacen padecer a los adictos a la web. Conexiones lentas y difíciles; imposibilidad de instalar un módem en domicilios particulares, nulo acceso al 3G en el caso de algunas compañías de telefonía móvil y ninguna chance de enganchar un wifi público. Este panorama espera al turista y veraneante que pretende navegar, y enviar y recibir correos electrónicos. Ciertos usuarios han de olvidarse, incluso, de los mensajes de WhatsApp.

La única opción es recurrir a la señal que ofrecen bares, hoteles y restaurantes con desigual calidad y suerte. El mapa incluido en esta nota presenta ocho puntos de wifi más o menos estables. En todos los establecimientos está sobrentendido que hay que consumir o ser huésped para tener derecho a usar el servicio (el personal suele facilitar la clave a los clientes que la soliciten). Navegar sin pagar tampoco es imposible -y muchos se buscan la vida de este modo-, pero dicha actividad es combatida con cambios frecuentes de contraseña.

Si bien el cartelito de wifi colocado en la entrada sirve para atraer clientela, lo cierto es que algunos comerciantes dudan de que el negocio sea tan bueno como parece. “A veces la gente se enoja porque no consigue conectarse y el efecto es negativo. Pero también ocurre que algunos se sientan, piden un café y ocupan la mesa durante varias horas: eso tampoco sirve, en especial durante la temporada alta”, explica el propietario de un restaurante que no dispone de internet inhalámbrico.

En general, los comerciantes de Tafí coinciden en que la señal no tiene gran potencia y se satura con facilidad. “Hay que evitar los horarios en los que los bares se llenan”, aconseja el encargado de un local céntrico. Los fines de semana al mediodía, por ejemplo, conectarse es un parto. “También conviene sentarse adentro, lo más cerca posible del módem”, agrega el restaurador consultado.

El problema se agrava para los que suben con la pretensión de trabajar. En ese supuesto, lo mejor es buscar un teléfono inteligente que reciba 3G y utilizar la opción “compartir internet”, que permite convertir al aparato en un módem. Al respecto, hay que considerar dos cuestiones: 1) el consumo de batería y 2) que el acceso a la red varía sensiblemente de lugar en lugar. Lo primero se resuelve enchufando los equipos (teléfono y computadora portátil o tableta) a la corriente eléctrica. Lo segundo es cuestión de suerte y, a veces, hasta de clima.

El futuro viene llegando

“Parece mentira que en pleno siglo XXI sigamos tan aislados”, reconoce Jorge Yapura Astorga, intendente tafinisto. El funcionario añade que la carencia y la necesidad son enormes (sobre todo para una comunidad que precisa “mostrarse” para atraer visitantes), y que perjudican a veraneantes y turistas, pero, sobre todo, a los lugareños. “Es un tema que nos preocupa. La Nación lleva adelante un programa de tendido de fibra óptica que entiendo que llegará hasta La Quiaca: esperamos ‘conectar’ a Tafí del Valle en los próximos meses. Esa tecnología será un alivio”, vaticina el intendente.

Mientras tanto, habrá que mentalizarse de que se viene “un período de abstinencia” en lo que a internet se refiere. Quizá eso, después de todo, sea bueno para salir de la pantalla y gozar de unas vacaciones auténticas.