La presidenta reelecta de Brasil, Dilma Rousseff, tomó juramento a un ecléctico nuevo gabinete conformado por 39 ministros -de los cuales 14 fueron “heredados” de su primer mandato-, con los cuales buscará poner en marcha un ajuste económico y salir ilesa del escándalo de corrupción en la petrolera estatal Petrobras. El “hombre fuerte” del nuevo gobierno es el nuevo titular de Hacienda, Joaquim Levy, quien hasta el año pasado era un alto ejecutivo del grupo Bradesco, el segundo mayor banco privado. Levy es considerado un economista liberal, cuyo rigor en la contención de gastos le valió el apodo despectivo de “manos de tijera” en el período en que comandó la Secretaría del Tesoro, durante la gestión de Luiz Inacio Lula da Silva (2003-2010).
En las manos del nuevo ministro de Hacienda -y en las de sus principales colaboradores: el ministro de Planeamiento, Joaquim Barbosa, y el presidente del Banco Central, Alexandre Tombini- está la misión prioritaria del segundo mandato de Rousseff: corregir el rumbo de la política económica para reequilibrar las cuentas públicas, estimular el crecimiento y frenar la tendencia de aumento de la inflación. La designación de Levy para reemplazar a Guido Mantega -quien comandaba la economía brasileña desde 2006- fue una recomendación del propio Lula, quien no descarta volver a postularse a la presidencia en 2018. Pero Lula también sufrió “derrotas” en la formación del nuevo gabinete.
De los cinco nuevos ministros del gobernante Partido de los Trabajadores (PT) designados, dos son de una facción minoritaria y opositoria a la corriente dominante: Construyendo un Nuevo Brasil (CNB), liderada por el propio ex presidente brasileño.
Los dos “disidentes” del PT -los titulares del Ministerio de Relaciones Institucionales, Pepe Vargas, y de la Secretaría General de la Presidencia, Miguel Rossetto- formarán parte del “núcleo duro” de los consejeros políticos de Rousseff, conjuntamente con el jefe del Gabinete Civil, Aloizio Mercadante, y con el de Justicia, José Eduardo Cardozo, ambos también del PT. En el campo de la política externa, Rousseff también optó por un cambio: Luis Vieira -un diplomático que hasta ahora se desempeñaba como embajador en Estados Unidos- para comandar el Ministerio de Relaciones Exteriores, en lugar de Luiz Alberto de Figueiredo. Según los analistas, la opción indica un deseo de Rousseff de reacercarse a Washington tras las fricciones desatadas por las prácticas de espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad de EEUU, que alcanzaron a la propia mandataria. La primera misión de Vieira -fue también embajador en La Argentina- podrá ser la de preparar terreno para concretar en 2015 la visita de Estado de Rousseff a Washington que fue aplazada sin fecha en octubre de 2013, en razón de las revelaciones sobre espionaje. La conformación del nuevo gabinete se completó recién en el último día de 2014. La demora se debió a la complejidad de la misión: Rousseff debió buscar nombres que no estuviesen involucrados en el escándalo de corrupción en Petrobras y, al mismo tiempo, “premiar” con cargos a los partidos derechistas aliados del gobierno y a su principal socio, el centrista Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), para asegurar su apoyo al gobierno en el Congreso.