2014 ha muerto. Tal vez le queden algunas horas pero no servirán de nada. Se llevó al gran poeta ciudadano Horacio Ferrer, aquel que nos enseñó que “el ganar no está en llegar sino en seguir”. El bandoneón de Leopoldo Federico no soportó la tristeza y también se fue.
La paciencia tiene un límite y Gustavo Cerati dijo basta y partió. Dejó sonando la música y retumbando frases como aquella que dice “harto del sarcasmo sube el precio del silencio”.
Cuando 2014 aún era un bebé que gateaba despidió de este mundo al poeta Juan Gelman. Hace un mes, en Tucumán, el 2014, ya en estado de decrepitud, le rindió homenaje al vate con las condenas que salieron por la violación de los Derechos Humanos en Arsenales y en la Megacausa II. “La palabra es una herramienta de lucha”, dejó escrito en uno de sus tantos versos de amor y de desesperación en los que lo sumió la vida mientras lloraba a sus hijos desaparecidos y hasta que encontró a su nieta.
También se fue Robin Williams quien fue capaz de hacer reír y contagiar profundas emociones aún cuando el infierno lo carcomía por dentro. En un irónico “sincericidio” llegó a decir: “la cocaína es la forma que tiene Dios de decirte que estás ganando demasiado dinero”.
Otro que se fue en 2014 fue el pintoresco José Mujica. No dejó este mundo sino el poder en Uruguay. Pero antes de subirse a su gastado escarabajo y emprender la retirada dejó dichos como: “A los que les gusta mucho la plata, hay que correrlos de la política. Son un peligro”. “Los políticos tenemos que vivir como vive la mayoría y no como vive la minoría”.
2014 parece que se ensañó con el arte, la expresión más sincera del hombre. Será por eso que se subió al escenario y mandó al camarín para siempre a China Zorrilla y a Alfredo Alcón. “A mí me gusta lo más difícil: hacer reír sin la palabrota ni el doble sentido”, se sinceró la uruguaya, mientras que el argentino cuando hizo “La muerte de un viajante” recordó que “era el hombre común el que compró ilusiones en tiempos de crisis. Una actitud -reforzó- tan cercana a esta locura nuestra de prendernos a algo que creemos que nos va a salvar”.
El año también apagó la luz de la duquesa de Alba que nunca aprendió que el dinero no hace la felicidad ni enciende el amor. Despidió a Shirley Temple, la niñita que cautivó a las abuelas de hoy, y a Joe Coker, que hizo bailar a los jóvenes de ayer.
El fútbol se quedó sin Tito Vilanova y él se llevó una frase para la vida: “valora lo que tienes, nunca sabes cuando llega el momento”. También se quedó sin Alfredo Di Stéfano, quien decía: “a mí me gusta el jugador que se divierte, que divierte a la gente. La gente paga para eso”. Y, finalmente, este año, Julio Grondona dejó la AFA; tiempo atrás había dicho “todo pasa” y “el poder no es mío. Me lo dan. Los demás sienten que tengo poder y eso es lo que vale”.
La política le dijo adiós a Eduardo Shevardnadze y a Adolfo Suárez. El alemán solía advertir que “La corrupción tiene sus propias motivaciones y uno tiene que estudiar a fondo este fenómeno y eliminar las bases que permiten que la corrupción exista”. El español, en tanto, decía que ” quienes alcanzan el poder con demagogia, terminan haciéndole pagar al país un precio muy caro”. También aconsejó que “la vida siempre te da dos opciones: la cómoda y la difícil. Cuando dudes elige siempre la difícil porque así siempre estarás seguro que no ha sido la comodidad la que ha elegido por ti”.
La Justicia argentina despidió a Carmen Argibay, la ministra de la Corte que insistía con que “las mujeres somos tratadas como una minoría cuando todos los padrones demuestran que somos mayoría”. También llegó a recomendar que “para ser un buen juez hay que ser desagradecido con quien nos nombró. Estrecharle la mano con educación. Y no volverlo a ver”. Para ella “uno siempre tenía una salida: si no está conforme o si recibe muchas presiones y no quiere hacer las cosas que le tratan de imponer es muy simple la solución. Uno no está atornillado a un sillón”.
El humor entristeció con la noticia de la muerte de El Chavo, quien cuando se puso serio y con el traje de Roberto Gómez Bolaños se animó a pontificar que “la libertad de expresión es algo tan grande que no cabe en los cerebros estrechos. Por tanto, el excedente se desborda convertido en algo evidentemente nauseabundo”.
Los escritores perdieron a su maestro. Gabriel García Márquez enseñó que “el amor es eterno mientras dura” o que “lo más importante del matrimonio no es la felicidad sino la estabilidad”. Y, entre muchas verdades, escribió: “Volverán. La vergüenza tiene mala memoria”. Y se animó a decir “… si yo hubiera sabido que mi hijo iba a ser presidente de la república, lo hubiera mandado a la escuela”.
El periodismo despidió además de al Gabo y a Gelman, a Vicente Leñero, a Pepe Eliaschev, a los cronistas degollados por Isis, al salteño Carlos Pastrana (LA GACETA), a Jorge López, a María Soledad Fernandez (ambos murieron cubriendo el Mundial de Fútbol y a Ben Bradlee. Este último condujo el caso Watergate en The Washington Post y simplemente dijo que “el fundamento del periodismo es buscar la verdad”.
En 2014 son muchos los que nos dejaron, pero son muchas más las cosas que ellos nos dejaron. Sus reflexiones, sus trayectorias, sus acciones y sus equivocaciones nos permiten entender más aún. Nos ayudan a comprender el porqué de Boudou, de los fondos buitres, de tanta violencia (verbal y de la otra), de tanta desocupación, de las ambiciones, de la prisión de Rigourd, de la designación de Jiménez en el Ministerio Fiscal, del relato desinflado de la inflada inflación, de las aulas vacías de la UNT, de la desconfianza en el periodismo, de la atención que despierta Marianela, de la policía que tortura, de la inseguridad de vivir, de las redes que atrapan a los ciudadanos, de las tarjetas que los conducen, de los gastos sociales que no se socializan, de los feriados puentes que pasan por arriba del trabajo, del ébola, de los Atlético y de los San Martín que tiran centros y no suben, de los celulares que incomunican, de los enriquecimientos ilícitos, de la concursos sin méritos, de la droga, pero también de la Justicia justa y de la Justicia injusta. Todo esto también ha pasado en 2014.
Y, 2015 llega con una consigna que no podrá evitar. Todo cambia. En el país y en Tucumán. No habrá más Alperovich ni Cristina. El pueblo volverá a tener el poder de decidir. Tampoco habrá hegemonías y empezará a funcionar el 4G. Las redes sociales tendrán más poder y el consenso tendrá una voz más grave que la de la prepotencia.
…Y el tucumano que no entienda que 2015 es la puerta para entrar a 2016, un año en el que se puede trabajar en conjunto por algo mejor, se jorobó.