Disfrutar de lo que uno tiene y no sufrir por lo que falta... La reflexión de cada día fue la de los hinchas de San Lorenzo ayer; la de un grupo de entre 40 y 50 “cuervos” que reunidos en un bar del centro vivieron el partido de sus vidas ante Real Madrid, contentos con tener la chance de disfrutar una final semejante.
Con una foto a la pantalla que anuncia al poderoso equipo español se enciende la previa. Porque Hernán Aguilar simplemente quiere hacer inmortal la postal que le recordará para siempre haberse podido dar el lujo de enfrentar a los mejores en un Mundial de Clubes. Todo gracias a la Copa Libertadores que este año por primera vez pudo viajar a las vitrinas de Boedo. “Eso es lo más grande que tenemos. Ahora sólo soñamos despiertos”, dice el fanático junto a su amigo Andrés Villafañe. Cuando el partido arranca los aplausos bajan como en la tribuna de Marruecos, esa que se copó de hinchas azulgranas y que dio que hablar en todo el mundo. Julieta y Agustina del Moral , en otra mesa, se frotan las manos de tanta ilusión. Por primera vez comparten un partido así junto a su segunda familia, la de San Lorenzo. “Somos fanáticas por herencia. A papá le gusta verlo en la casa pero nosotras seguiremos viniendo”, confiesan las hermanas. Mientras, la pantalla gigante muestra un duelo para pochoclos: Ortigoza y Sergio Ramos cruzan insultos allá y acá todos bancan al volante como un hijo que cuidan a la distancia.
Un quite, un zapatazo despejando el peligro... Todo sirve para aplaudir. Una aproximación a Casillas es miel ante tanto limón que emanó la previa. ¿Que San Lorenzo arrancaba seis o siete abajo? El “ciclón” hacía su juego y anulaba figuras. “¡Dijeron que no nos conocían y aquí está demostrando!”, gritan a los cuatro vientos desde la otra mesa. La cámara enfoca a Cristiano, a Isco, a Kroos... Todos con DNI de estrellas, pero entre estos “cuervos” son sólo “nenas”.
El aguante de San Lorenzo los ilusionó. Los goles de Ramos y Bale los trajeron de la utopía. Sin embargo, un simple 2-0 les terminó de dar la razón a aquellos como “Juli” que de entrada entendieron la cuestión: “ganemos o no ya hicimos historia”.