Sergio Albornoz respondió a la instrucción de Karina Vázquez, la encargada de venta del local. Ordenó y revisó las facturas encarpetadas con el entusiasmo del primer día de trabajo. Pero la pasión del joven, de 28 años, fue aún mayor. Se trató de la primera posibilidad laboral que se le presenta en muchos años, después de gestionar un puesto en la administración pública y afrontar la burocracia del caso. “Tramité un expediente (administrativo) para poder ingresar al Ministerio de Educación, durante un año y medio. Lo único que me falta es la firma de la ministra (...). Si fuera por mí, habría empezado a trabajar hace tiempo”, comentó.

Albornoz nació con deformaciones en su cuerpo, sin sus dos piernas y con alteraciones en las manos. Sin embargo, las ganas de trabajar y la realización personal son los motores principales que lo empujan cada día. El viernes tuvo su jornada de actividad en una empresa del rubro construcción, una de las firmas que adhirieron a la primera etapa del proyecto MIL (Mesa de Integración Laboral).

La firma formó parte de casi un centenar de comercios que decidió dar un gesto y contribuir a una mejor sociedad, en particular, a la inclusión de las personas con discapacidad, incorporando a los chicos y chicas a los respectivos equipos de empleados. La iniciativa fue encabezada por la Federación Económica de Tucumán (FET) y surgió como una iniciativa de la mesa de trabajo “La Responsabilidad Social Empresaria y la Inclusión Laboral de la Persona con Discapacidad”. El desarrollo del proyecto también contó con el aporte de un grupo de fundaciones que contienen a los ciudadanos en situación de discapacidad.

El programa, en una primera etapa, contempló una jornada de trabajo para 150 jóvenes, distribuidos en los diferentes locales. Se les pagó, según indicaron desde la FET, alrededor de $ 200 por día, en base al acuerdo. Ahora, cada firma definirá si el empleado seguirá cumpliendo la función asignada por un tiempo más extenso.

“Dar una opción laboral es una materia pendiente para los empresarios, y existen reglamentaciones vigentes al respecto. Entonces, articular esas normas nacional, provincial y municipal y las empresas a efecto de que esa masa de personas pueda incorporarse al mercado formal es el objetivo”, dijo el titular de la FET, Pedro Omodeo. Remarcó que la intención es alcanzar la integración de 1.000 personas en las empresas de Tucumán. Para cumplir con esa finalidad, se requerirán más adhesiones privadas.

“La obligación primordial del empresariado es la inversión, que, a su vez, genera empleo formal y posibilidades para personas con discapacidad, y también actividad económica”, añadió.

Lilian Fernández, de 36 años, fue designada ese día para ayudar en la cocina de un restaurante del Parque 9 de Julio. En la sede de la FET, en el microcentro, previo a trasladarse al local, dijo sentirse sólo un poco nerviosa porque nunca había trabajado en un ambiente gastronómico. El año pasado había cumplido funciones en el Centro Cultural Virla, como única vivencia laboral. “Espero que más chicos se acerquen (al programa)”, enfatizó sonriendo la joven, quien padece retraso madurativo.

Los chicos estuvieron acompañados por coordinadores, integrantes de las fundaciones, como fue el caso de Romina Cangemi, de la escuela Especial “El Taller”. “Creo que es un proyecto innovador. Es la primera vez que varias instituciones se unen para trabajar así”, comentó. El trabajo designado para cada uno dependió de las posibilidades y las limitaciones las personas que integran el programa, según explicó Cangemi. Para llevar a cabo este proyecto, además, trabajaron la Fundación Empresaria de Tucumán (Fundafet), Tarjeta Titanio, el Instituto Asegurador Mercantil y LA GACETA.

Para Julio Antonio Castillo, de 43 años y con ceguera, también se trató de la primera experiencia laboral. “Quiero que me den la posibilidad de trabajar, de poder cobrar un sueldo”, pidió Castillo, quien realiza obras con mimbre.