Gabriela Michetti - Senadora nacional por el PRO

En menos de dos años y con un nuevo Gobierno administrando el país, los argentinos festejaremos el Bicentenario de la Declaración de la Independencia. Cuando nos enseñaron en los primeros años de la escuela primaria este evento de la Historia Nacional, también nos grabaron a fuego en la memoria la provincia de Tucumán. Si a cualquier argentino se le preguntara qué es lo primero que se le viene a la mente cuando se menciona al Jardín de la República, la gran mayoría respondería el haber sido el escenario del suceso más importante de los 200 años de historia nacional.

Y si nos preguntamos ¿cómo está Tucumán hoy? Lamentablemente, al igual que todas las provincias del Norte argentino, sufre el centralismo de un Gobierno Nacional que, aún administrado por dirigentes provenientes del interior, ha concentrado todas las decisiones sobre distribución de recursos en la Casa Rosada o la sumo en la Quinta de Olivos. Y sumado a esto, un Gobierno local que hace del “verticalismo ciego” un culto a la tan afamada Lealtad.

Muchos dirigentes políticos con aspiraciones presidenciales, que lleguen a Tucumán con el discurso obvio de la potencialidad de los recursos que la economía regional tiene, pueden confundir a los distraídos pero nunca a los ciudadanos comprometidos con la cosa pública, el bienestar general y el progreso de la Nación. ¿Por qué digo esto? Porque muchos podemos hablar de cuánto tiene para crecer la producción de limón o de azúcar y las potencialidades de las artesanías locales combinadas con el diseño de las tendencias más actuales en la moda y la decoración, pero pocos tenemos las convicciones y la claridad en relación con los verdaderos problemas que nuestro país debe enfrentar.

No se trata sólo de dar un giro desde el punto de vista de la macro o de la microeconomía. No nos podemos confundir. Lo que definitivamente va a transformar Tucumán es la transformación de la conducta de una gran mayoría de tucumanos. Esos ciudadanos que trabajan, estudian, pagan sus impuestos, son correctos a la hora de relacionarse con el otro, se esfuerzan, piensan en sus hijos... Esos tucumanos tienen que sumarle a todo eso un compromiso muy potente con lo público.

Basta de permitir que todos los espacios de poder, o sea todas las herramientas de transformación y cambio estén en manos de quienes sólo piensan en intereses personales y mezquinos. Queremos acercar el sueño de un país verdaderamente federal, con economías regionales sustentables, que funcionen como motor de crecimiento local y generando empleo genuino y estable. Que nunca más se expulse a sus habitantes, porque no encuentran cómo desarrollar su proyecto de vida en su tierra natal. Queremos construir juntos una propuesta política que nos haga más libres, y también más dignos.

Una mejor vida

¿No sería mejor vivir con lo que uno mismo produce en lugar de con la dádiva del poderoso de turno? ¿No sería más justo que se valore el sacrificio y el esfuerzo del trabajo de un pueblo, en lugar de hacernos creer que todo lo que se tiene proviene de un líder mesiánico? ¿No parece más razonable que los gobernantes respeten lo que manda la Constitución y no que la vivan pisoteando? ¿Por qué una provincia tiene que someterse al poder de la Casa Rosada, aún cuando ésta proponga políticas contrarias a los intereses locales, sólo para no perder los fondos que tal vez le lleguen algún día?

¿Por qué estamos acostumbrados a dirigentes que administran los recursos públicos, que son del pueblo, como si ellos fueran los dueños de todo? ¿A políticos que inexplicablemente, y sin vergüenza, llevan adelante un estilo de vida que no se condice con lo que deberían ser sus ingresos?

Hemos probado ya demasiadas veces a los mismos de siempre, y los resultados están a la vista. Necesitamos un cambio que produzca las transformaciones necesarias, para alcanzar el tal anhelado desarrollo nacional. Basta de conformarnos con dirigentes y con propuestas que sucesivamente nos han llevado a lo mismo.

En 2015 tenemos una oportunidad en las urnas para dar ese salto cualitativo que tantos argentinos estamos deseando. Estemos a la altura del desafío. ¿Y qué tal si la Tucumán de 2015 se propone como la Tucumán de 1816?