Con la participación de más de 900 profesionales de la salud, finalizaron ayer el VII Congreso Iberoamericano y el I Congreso Argentino de Úlceras por Presión y Heridas Crónicas. En la oportunidad fue distinguida la presidente honoraria del encuentro, Gladis Camargo de Guaraz, “por su trayectoria y compromiso con el estudio y la difusión del cuidado de úlceras y heridas crónicas”. La licenciada Guaraz dirigió la Escuela de Enfermería de la UNT en dos períodos democráticos, y es miembro honoraria del Grupo de Estudio de Heridas y Úlceras por Presión (Gehupp) de España, y de la Sociedad Iberolatinoamericana de Úlceras y Heridas (Silahue), organizadoras de los congresos realizados en Tucumán.

Las úlceras por presión o escaras son lesiones que se producen en el cuerpo por permanecer en una misma posición durante muchos tiempo. “Suelen formarse donde los huesos están más cerca de la piel: tobillos, talones y caderas. El riesgo aumenta cuando se está en cama o en silla de rueda sin cambiar de posición. Las úlceras pueden causar infecciones graves y constituir un problema en los centros de cuidados especiales, pero felizmente la podemos prevenir en el 95% de los casos”, definió el español y doctor en enfermería Javier Soldevilla Agreda, durante su charla con LA GACETA. El especialista fue uno de los disertantes en el curso “Actualización en el abordaje preventivo y terapéutico de las úlceras por presión”.

-¿Hay avances para la cura de úlceras y de heridas crónicas?

- Se están desarrollando terapéuticas con factores de crecimiento. En una fase más incipiente se halla el uso de células madre del propio paciente para cicatrizar y curar sus heridas crónicas. Las experiencias en animales están siendo positivas. El uso de células madre amenaza con ser la punta de lanza en un futuro próximo.

- ¿Cómo se tratan las escaras?

- Con la cura en ambiente húmedo, para la cual usamos apósitos de última generación que mantienen las mejores condiciones de humedad y de temperatura en la herida: favorecen en el organismo el desarrollo del proceso natural de cicatrización. Este tipo de cura, que se viene usando desde los años 60, se realiza con parches y apósitos sintéticos que tienen derivados coloidales, alginatos de calcio, hidrogeles (el 90% es agua) y antibacterianos. El empleo de azúcar o de miel ya es cosa del pasado. Tienen acción osmótica, sirven para limpiar, pero ahora hay productos químicos que los superan. Las espumas poliméricas, por ejemplo, son plásticos inertes que impermeabilizan la herida de las agresiones externas (gérmenes, agua, sudor) y al mismo tiempo favorecen la transpiración de la úlcera: hay un intercambio gaseoso entre la lesión y el ambiente, que hace que se controle en forma adecuada el exudado dentro de misma herida. Ahora la cura es en ambiente húmedo frente a la cura seca tradicional de nuestras abuelas. La presión negativa es otra de las técnicas que usamos: con un aparato eléctrico se ejerce presión para provocar un vacío dentro de la herida con un doble propósito: recogemos el exudado y generamos la revascularización del área. Este procedimiento lo estamos usando en heridas quirúrgicas grandes (operación de corazón a cielo abierto, trasplantes de órganos, etcétera).