La falta de educación, la corrupción y el cortoplacismo electoralista son tres componentes que marcan la diferencia entre países como Japón o Alemania con la Argentina. El destacado neurocientífico Facundo Manes repite constantemente que la mala educación es la madre de todas las carencias nacionales y que los estados que han incentivado la meritocracia del conocimiento y del esfuerzo son los que han conseguido los mejores estándares de vida para su población.
Dentro del contexto nacional, Tucumán es más ignorante, más corrupta y más coyuntural que la mayoría del resto de las provincias. No es una opinión, es un dato mensurable de la realidad.
Desde hace décadas se han abandonado los proyectos de Estado a largo plazo, los únicos que conducen hacia el verdadero progreso. Vivimos improvisando, parchando la coyuntura, aplaudiendo al vivo, buscando el atajo, promoviendo el menor esfuerzo y apostando al batacazo de la timba. Y como bien dice Manes, no es culpa de los dirigentes, aunque estos cargan con la mayor responsabilidad, sino de gran parte de una sociedad que funciona de esta manera y que genera este tipo de dirigentes.
Los recientes cortes de luz, que apenas son una muestra de lo que se viene, son sólo un ejemplo de la falta de inversiones y de políticas de largo alcance. Las empresas concesionarias de los servicios públicos (en el caso de la energía eléctrica EDET, Transnoa y Transener) no hacen lo que tienen que hacer, y los gobiernos propician estas situaciones, a cambio de favores demagógicos. Cortoplacismo burdo. Que se jorobe el que viene.
Las obras de infraestructura son inversiones a largo plazo, por eso no ingresan dentro del esquema clientelar de la política actual. Un país enorme casi sin autopistas, sin trenes, con aviones que solo van a Buenos Aires y rutas destruidas y atestadas es el resultado del cortoplacismo electoralista. Y en Tucumán somos los reyes de la fiesta.
El 70% de las denuncias que recibe el diario a través de su cuenta en WhatsApp están relacionadas con problemas de agua y cloacas. Hace décadas que no se hace una obra hídrica importante en la provincia, es decir un trabajo pensando en mejorar el servicio de agua y cloacas para el próximo medio siglo. Todos son parches o manotazos ante la emergencia. El megabarrio Lomas de Tafí se inauguró en 2008 y no fue sino hasta seis años después cuando habilitaron (aún no oficialmente) el acueducto y la cisterna para proveerlo de agua, pese a que la ley aprobada por el propio alperovichismo obligaba a no habilitar este barrio hasta que no contara con este servicio. Pero había que cortar la cintita porque unos meses más tarde había elecciones.
Es probable que en 2015 vuelvan a inaugurar, por cadena nacional, el tren de pasajeros a Concepción. Sería la quinta vez y siempre lo hacen antes de un comicio. Lo cierto es que cada día hay más construcciones sobre esas vías usurpadas.
Falta agua por abajo pero sobra por arriba. Un estudio de Agua y Energía Eléctrica de 1991 advertía que debían tomarse medidas urgentes para evitar inundaciones en la provincia, de lo contrario cada año serían más violentas, destructivas y mortales. En febrero del 92 La Madrid y Medinas quedaron sumergidas bajo el agua y hubo 10.000 damnificados. Ramón Ortega no hizo nada, pese a que su gestión soportó varias inundaciones. Tras la terrible crecida de diciembre de 1998, Antonio Bussi le echó la culpa a Ortega, pero él tampoco hizo nada. Su sucesor, Julio Miranda, después de cada crecida culpaba a Bussi pero entregó el bastón sin una obra. Alperovich, luego de las trágicas inundaciones del verano de 2007, que destruyeron puentes, rutas, cientos de casas y hubo miles de evacuados, afirmó: “No me pueden pedir que haga en tres años lo que no se hizo en 30 años”.
Siete años después de esa declaración, no sólo no se hizo nada sino que se profundizó todo lo que advertía el estudio de 1991: desmonte indiscriminado, cultivo en altura y en los márgenes de los ríos, urbanización del piedemonte y en otras zonas no aptas, desvío de canales y ríos para cultivos y construcción de countries y barrios privados, extracción de áridos, entre otras.
Lo que ocurrió en Buenos Aires la semana pasada es una broma al lado de lo que le espera a Tucumán para el próximo período húmedo. Falta de educación, corrupción y cortoplacismo hacen que Tucumán sea lo que es y será por al menos varias décadas.