Luego del partido, la zona mixta se transformó en una discoteca de dos pistas: la música de una llegaba del vestuario de Huracán con cumbia desde un potente equipo de música y cánticos festivos de sus jugadores. En la otra, gran parte de la barra “decana”, ensordecía al plantel de Atlético pidiendo actitud, insultando al entrenador y sus jugadores y anticipando un caos en caso de que el ascenso no se concrete.

Cuando Héctor Rivoira y sus dirigidos, más los jugadores que no estaban convocados, debieron cruzar al aire libre los tres metros que separan el vestuario del galpón donde se realizan las entrevistas, el volumen de la música local subió hasta el máximo.

Aturdido por los sonidos y el nuevo paso en falso que había dado su equipo, el “Chulo” se paró frente a los micrófonos e intentó dar las explicaciones del caso.

“Teníamos todo para ganar con el gol desde el vestuario, pero el nerviosismo nos llevó a este momento tan difícil. Por hacer las cosas apuradas, las hicimos mal”, fueron sus primeras palabras.

Ese nerviosismo parece haberse apoderado de todos: de Rivoira mismo cuando pierde los estribos con los árbitros, de los jugadores que “no pueden dar un pase”, tal como lo dijo el DT y en los hinchas que empiezan a ver que el ascenso corre un serio peligro.

Salir de ese remolino de desesperación será la tarea principal del equipo hasta el partido con Sarmiento y Rivoira empieza por aceptar culpas.

“Soy el responsable absoluto de ese momento y quiero pedirle perdón a la gente”, dice Rivoira que también acusó los insultos recibidos pero no despotricó. “Duelen porque amo a este club y ellos lo saben, pero muchas veces la situación los supera. Acá hay mucha pasión”, agregó el entrenador que escuchó como le habían dedicado una canción pidiendo que se vaya.

“Tenemos que tratar de estar más fríos y pensar en positivo”, cerró Rivoira que abandonó el estadio en silencio, cuando ambas melodías se habían acallado.



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