BUENOS AIRES, Andrés Burgo, especial para LG Deportiva.- Las dos últimas imágenes que dejó Atlético en su paso por Turdera -una en el campo de juego y otra fuera- no se condicen con las de un equipo que ocupa los puestos de ascenso a Primera División y que incluso, a pesar del bajón en las últimas fechas, sigue teniendo muchas más chances de subir a Primera que de no hacerlo. Sin embargo, el “decano” se fue de la cancha de Temperley consumado por los nervios, a tal punto que el árbitro Mariano González informó a Héctor Rivoira por “protesta excesiva”.
El primer retrato desencajado de un equipo que hasta hace pocas fechas estaba puntero ocurrió en el campo de juego. La temprana expulsión de Franco Sbuttoni (dos amonestaciones evitables) actuó como el prólogo para el descontrol posterior a la derrota. Con el gol de Luis López de penal en el minuto 94 (el árbitro habían adicionado cinco), los jugadores y Rivoira rodearon a González acusándolo de un crimen que el referí no había cometido.
Las quejas por la sanción del penal no fueron atípicas sino las propias de un equipo que lamenta la inminencia de la derrota. Las postales calientes comenzaron después, cuando los jugadores de Temperley festejaban el gol de López y los de Atlético intentaron sacar rápido de mitad de cancha. González, lógicamente, obligó esperar a que los futbolistas de Temperley regresaran a su campo para que el juego se reiniciara.
Fue entonces que Iván Etevenaux corrió en dirección al árbitro asistente y Cristian Lucchetti y otros compañeros lo siguieron. Fue un momento de tensión que terminó con una amonestación al volante. El juego se reinició pero en los pocos segundos que faltaban no hubo cambios y, con el silbato final, los jugadores y Rivoira rodearon ampulosamente a González. Los rostros estaban desencajados.
Nunca quedó en claro de qué se quejaba el plantel “decano”. El arbitraje de González fue bueno: los cinco minutos de adición y el penal de Sergio Rodríguez Budes fueron correctos. El técnico fue uno de los más exaltados y, según le confirmó el propio árbitro a LG Deportiva, fue informado. Eso no significa que Rivoira tendrá que pagar una multa para salir a la cancha el miércoles ante Huracán.
La segunda postal desconcertante que dejó Atlético fue el silencio posterior al partido. Justamente, si no se entendió el motivo del desquicio contra el árbitro fue porque los jugadores y el técnico decidieron no hacer declaraciones. Una decisión exagerada pero que simboliza el estado de nervios con el que el plantel dejó Temperley. Fue todo tan raro que un par de policías se interpusieron entre el puñado de periodistas para que los jugadores pudieran subir al micro sin ser “asediados”.
El último en salir del vestuario fue Rivoira, quien después de saludar a Juan Carlos Santillán, uno de los hinchas más fieles a Atlético, subió al colectivo sin hablar.
Atlético no perdió su lugar entre sus puestos de ascensos y todavía está lejos de eso. Lo que perdió ayer fue la templanza.