Este equipo tiene garra, este equipo tiene gol, este equipo tiene todo, todo para ser campeón.
El cántico le queda pintado a Lawn Tennis, que a lo largo del torneo alternó buenas con malas, pero que supo responder en los momentos claves, esos que separan la paja del trigo.
No comenzó bien en la primera parte del Torneo, es cierto, pero con el correr de los partidos fue ajustando y defendiendo un estilo propio de los equipos que se ajustan de atrás para adelante, pese a que en el rugby se juega pasando la pelota hacia atrás. Lo demostró en el Súper 8, tierra de gigantes, y lo firmó definitivamente en la final por la Copa de Oro LA GACETA. Se sabe, a las finales no hay que jugarlas linda o vistosas. Hay que ganarlas, como sea.
Tuvo un plantel que ha sabido encontrar el equilibrio entre sus figuras de rodaje y la sangre nueva que se ha sumado en los últimos años, y que prometen un futuro auspicioso al club. Pero su máximo potencial rugbístico estuvo en la fortaleza de sus forwards: sólidos en el scrum, claros en line. También fue importante la buena conducción de sus medios, Federico Mentz y Joaquín López Islas, para tener el despliegue de pelota en los tres cuartos, que cumplieron en la definición. Si algo hay que reprocharle a este equipo son las intermitencias que a veces lo llevaron a perder partidos por no saberlos cerrar.
De todos modos, en la final no cometió ese error. Apuntó en forma clara a la presión que cargaba su rival y lo empujó al error. A un equipo lleno de virtudes como es Tucumán Rugby. Por eso, es que Lawn Tennis es otra vez campeón.