Suele afirmarse, no sin razón, que todos los excesos son perjudiciales. “Para qué preocuparse tanto, si nunca pasó nada” es una expresión que aún se escucha pero con menos frecuencia. La inseguridad ni los amigos de lo ajeno no reconocen fronteras ni edades ni instituciones, de manera que todo exceso de confianza es peligroso teniendo en cuenta la realidad que vivimos. Los robos en museos y en salas de exposición se han producido en forma esporádica, pero no han sido episodios menores.

En enero de 2011, en el Museo de Arte Sacro de Tucumán, ubicado en la calle Congreso primera cuadra, se descubrió la sustracción de dos objetos de gran valor económico e histórico: y dos custodias históricas, una era de oro, piedras preciosas y perlas pertenecía a la Catedral de Tucumán. Fue encargada en 1924 por el obispo Bernabé Piedrabuena y se fabricó con el aporte de los feligreses. La segunda era de plata sobredorada, fundida, trabajada a martillo y burilada, que data del siglo XVIII y proviene del Alto Perú. Se conservaba en la Iglesia Matriz y fue donada al museo en 1969 por la Catedral. El edificio contaba ya entonces con un sistema de alarmas y de cámaras, por esa razón, nadie se explicó por qué no sonaron los aparatos instalados en cada una de las vitrinas. Pese a que los objetos no fueron recuperados, se mejoró la seguridad con alarmas, cámaras y un sistema de rayos láser.

Luego del robo de “Sementera”, pintura de Enrique Policastro, que data de 1927, ocurrido en julio de 2007, en el Museo de Bellas Artes “Timoteo Navarro”, la Provincia se preocupó por revertir la situación de desprotección en que se hallaban las obras de arte, e incorporó un sistema de monitoreo con cámaras, así como personal policial de guardia permanente durante las 24 horas y refuerzo policial en horario de apertura de las salas de exposición, según señaló la responsable de Artes Visuales del Ente Cultural.

En cuestión de seguridad, las salas de la Universidad Nacional de Tucumán han quedado muy rezagadas. En marzo pasado, una artista plástica que expuso en el Centro Cultural Virla, denunció que de las 39 obras que había presentado le faltaban seis. “Hasta el día de hoy, nadie me dio una respuesta concreta, ni solución”, le dijo a nuestro diario. La sala carece de personal de vigilancia, así como de cámaras u otros sistemas de control. Tampoco hay personal de sala, ni formado, según explicó una funcionaria. El MUNT se encuentra en una situación similar. El actual secretario de Extensión Universitaria dijo que están analizando protocolos y procedimientos en esta materia y afirmó que se trata de tener un plan general de seguridad.

Sería interesante si la Facultad de Artes se ocupara de capacitar al personal encargado de las salas no sólo del Virla o del MUNT, sino también de otras instituciones, que lo requirieran.

Volviendo a la cuestión de seguridad, cabe preguntarse, ¿quién se hace responsable por el daño que pueda sufrir una obra de arte o por su sustracción? ¿El expositor percibe una indemnización o debe resignarse a hacer de cuenta que nada pasó ante una situación de esa naturaleza? Un plástico y ex funcionario dijo que las instituciones no tienen asegurado su propio patrimonio artístico, lo cual refleja el poco interés proteger este valioso legado que eventualmente se va enriqueciendo con la incorporación de nuevas obras.