Sobre el color y el espacio; el sabor/ saber y la imagen, interviniendo en la misma realidad. Pero igualmente, actuando en algunos clichés del arte y sus modos de exposición, de exhibición, de presentación, en suma. Esas son algunas de las problemáticas que están presentes en el arte contemporáneo, y que se pudieron advertir el fin de semana.
Circuito Abierto funcionó en la tarde noche del sábado en 10 espacios distintos: cerrados y abiertos, públicos y privados, repartiéndose entre pinturas e instalaciones, pero también acciones; la performance y la intervención de los muralistas callejeros.
Esta fue la tercera edición del Circuito, que agrupa a algunos espacios, desplazados, en rigor de los que nuclea La Noche de los Museos. La movida involucra a un poco más de 300 espectadores, que dispusieron de dos colectivos para trasladarse, en distintos recorridos.
Pero más allá del número, quedó en claro que un gran porcentaje del arte contemporáneo tucumano se muestra en el Circuito.
En Espora (Casa Managua), el colectivo El Bondi insistió con su estética cartonera; estética sí, desde que parte con ese material ya sensibilizado para construir una forma, o directamente para acumularlo interrogándose por la misma exhibición en el “cubo blanco”. Espora se convirtió en un caja de cartón (literalmente), en el principio de una acción que en las próximas semanas sufrirá modificaciones. El Bondi clausuró, puede decirse, la misma exposición, porque impidió el ingreso con sus cartones.
El contraste de El Bondi con “Papeles Insumisos” (Casa del Bicentenario), fue notable, y no solo porque aquí es el papel el soporte exigido, sino por el tratamiento del llamado “cubo blanco”, en forma tradicional.
Todo naranja
La acumulación, también, pero de pinturas, de figuras, de exhultantes colores, apareció claro en la curaduría de la obra de Blanca Machuca, en El Taller (Santa Fe 240); las ofrendas y ex votos de la artista se asemejan a toda una celebración, en pequeños cuadros y en numerosas telas que llevan la marca de su estilo.
El vertiginoso recorrido del sábado se detuvo en los delicados objetos con marcadas tensiones de María Aráoz, en Borde Galería (General Paz 576, 6° piso), quien recurre al papel para sus prolijas construcciones que parecen flotar en el espacio.
A cuatro cuadras de allí, por la misma General Paz (al 943), en Barrio Sur, El Cuarto Naranja explotó de gente con una nueva exposición de Rolo Juárez, en la que una instalación multimediática, titulada “¿Sueñan las ovejas con naranjas eléctricas?”, cerró su retrospectiva: mucho, demasiado tal vez, para ver, oír, oler y para interactuar en la misma acción, entre un dj en vivo y una videoperformance.
En Rusia Galería (Las Heras 297), la artista porteña Natalia Voliakovsky fue otro de los focos de atención: su acción “El bolo atorado en la garganta” fue el comentario obligado de toda la noche. En una salita pequeña, casi a oscuras, completamente desnuda pero cubierta y atrapada con un plástico, desarrollaba mínimos movimientos, desafiando su propia respiración, al límite de la asfixia. Voliakovsky, estuvo dictando un taller de performance site-specific en esa galería la semana pasada.
En La Cripta
Imponentes resultaron las pinturas de Valeria Maggi, en La Cripta (Don Bosco 1.450). Las enérgicas manchas y el intenso gestualismo, resaltaban en ese particular espacio, tímidamente iluminado.
En Barrio Norte, en tanto, Plaza de Almas (Maipú 790) exhibió imágenes de Andrea Fernández. Y en El Pasaje (pasaje 1° de Noviembre 1.312), la noche terminó entre videos, acciones y performances.
El Circuito no se privó tampoco de la intervención pública: el grupo Bocha de Limón trabajó en el pasaje Tiburcio Padilla y Leandro Fernández y Fabricio Paredes sobre una pared frente a El Pasaje.