Una revista norteamericana, The New Yorker, solicitó a sus lectores on line que puntuaran, del uno al cinco, 265 chistes recopilados en el Philogelos, libro publicado en el 248 dc. La evaluación de los lectores no fue muy positiva para la primera antología humorística de la historia. Dentro de los diez mejores, estos tres encabezaron la lista:
1. Un hombre molesta a su amigo: “me acosté con tu esposa anoche”. Le responde: “como su esposo, es mi obligación, ¿cuál es tu excusa?” (Rating: 2.92)
2. Peluquera: “¿cómo le corto el pelo, señor?” Cliente: “en silencio”. (2.85)
3. Un amigo le dice a un borracho que estaba tan ebrio que no podía ver bien. “Mirá quién está hablando – le balbuceó el borracho- el tipo que tiene dos cabezas” (2.78)
Ni el mejor chiste alcanzó los tres puntos. Para el periodista Robert Mankoff las bajas calificaciones no son tan sorprendentes, porque tener que evaluar un chiste le quita la comicidad. El mismo Mankoff se pregunta si los chistes que publica habitualmente The New Yorker resistirán el paso del tiempo de manera tan aceptable como los que integran el Philogelos.
Estos son otros chistes traducidos al castellano de ese libro:
- Un intelectual vió un pozo muy profundo en su condado y preguntó si el agua era potable. Un campesino le dijo que sí, que sus padres solían beber de ese pozo. El intelectual quedó maravillado: ¡Qué largos serían sus cuellos si podían beber de un sitio tan profundo!
- Un intelectual fue a visitar a un amigo que estaba muy enfermo. Su mujer le dijo que su marido "se había marchado". El intelectual contestó: "Cuando vuelva, ¿le puedes decir que pasé por aquí?"
- Un amigo le dijo a un intelectual: "¡Felicidades! He oído que tu mujer acaba de tener un hijo". El intelectual contestó mosqueado: "Si, gracias a amigos como vos".
- Un hombre fue a ver a un adivino incompetente y le preguntó sobre su familia. El adivino contestó: "todos están bien, especialmente tu padre". El hombre le dijo que su padre llevaba diez años muertos, y el adivino dijo: "No tienes ni idea de quién es tu verdadero padre..."
- Un misógino fue a la tumba de su mujer y alguien que pasaba le preguntó: "¿Quién descansa aquí?". Respondió el misógino: "Yo, ahora que estoy solo".