Caminó una cuadra para morir sentado en la vereda de su casa. Una puñalada le había abierto el cuello. Su última caminata dejó rastros de sangre sobre la tierra de la calle central de la Villa Tuquito. Tenía 23 años y se llamaba Fernando David Perdiguera. Su suegro, Luis Fabio Galván, fue quien lo encontró ayer tirado en frente de la precaria vivienda construida con bloques grises.
El asentamiento está ubicado en la avenida Néstor Kirchner al 3.600. En la entrada de la angosta calle de tierra hay tres tachos azules que sirven de cisterna para las 30 familias que viven en ese lugar, según describe Galván.
Hacia adentro del caserío -a unos 50 metros de la avenida- hay una gruta en honor al Gauchito Gil. Aún más, en el interior de la villa hay un enorme árbol que tiene a su lado un baño comunitario sin puerta. “Hasta acá llegó la Policía. Parece que aquí fue donde discutieron y pelearon. ¿Ve? Ahí está la sangre”, explicó Galván mientras señalaba un húmedo charco rojo.
En el Tuquito no hay veredas y entre las viviendas casi no hay distancia. Aún así, las personas que viven allí no escucharon la discusión que causó el homicidio. Galván vive en la entrada de la villa y, según dijo, no escuchó nada durante la madrugada.
El crimen ocurrió entre las 4.30 y las 5. Y, según la hipótesis policial, la víctima estaba junto a otras tres personas cuando recibió la puñalada que lo mató. “Acá se agarran a los tiros todo el tiempo. Es por culpa de esa porquería”, dijo Alejandra Gutiérrez aludiendo al supuesto consumo de estupefacientes. Alrededor del lugar en el que habría ocurrido la pelea, había pequeños recortes de papel glasé de varios colores.
La pesquisa está a cargo de Marcelo Sallas, jefe de Homicidios, que afirmó el presunto vínculo del hecho con la venta de drogas. “Detuvimos a las tres personas que habrían estado con Perdiguera cuando lo hirieron. Al perecer uno de ellos había comprado drogas y los otros se la quisieron quitar. Eso causó la pelea. Pero aún no sabemos quién fue el autor del homicidio”, explicó.