El ritmo acelerado de la vida actual, una cultura centrada en el consumo, una sociedad competitiva... son los principales motivos de que nos hagan estar cada vez más pendientes de lo último que aparezca en el mercado. Ya sea de accesorios, de aparatos tecnológicos, de cosas superfluas, no importa... la cuestión es que pareciera que las personas nos vamos atando a los objetos.

Este es el planteo que hace la licenciada Iris Pugliese, psicoanalista egresada de la UBA, en un artículo reproducido por el portal revistabuenasalud.com.

“En cierto punto esto es normal, es parte de vivir en una sociedad moderna, pero qué pasa cuando este rasgo se nos vuelve imperativo y necesario… ¿Nos convertimos en adictos a nuestras pertenencias?”, advierte la especialista.

Aclara que una cosa es cuidar lo que se tiene, y otra muy diferente que esas pertenencias determine la forma y la calidad de nuestra vida.

Por ejemplo, si las relaciones interpersonales se ubican en un segundo plano, porque lo más importante pasa a ser la relación que establecemos con las cosas y con nuestras pertenencias en particular, estamos en presencia de un serio problema.

¿Conectados?

Pugliese destaca, entre los objetos que generan mayor dependencia y que parecieran reemplazar las relaciones interpersonales, al celular y a la computadora. “En este punto es importante deslindar dos cuestiones. Por un lado, la necesidad imperante de estar todo el tiempo conectados y por el otro lado, la importancia que le damos al objeto que nos permite la comunicación -sea teléfono o computadora-. Estar comunicados nos pone contentos, y es bueno; pero no es recomendable estar todo el tiempo conectados con el otro, con el mundo exterior. Para poder construirnos como personas, necesitamos estar un tiempo en soledad, saber disfrutarnos de nosotros mismos, sin la compañía de nadie. Cuando la comunicación se banaliza, lo que aparece como principal es el objeto: lo que importa es estar comunicados con ‘este aparato’ y no con quien hablemos. En estos casos, las personas dependientes intentan tapar un agujero”, dice la psicoanalista.

Riesgos y salida

“Se trata de una hipervaloración de los objetos que nos puede suceder a todos. ¿Cómo nos damos cuenta si estamos yendo por un camino de riesgo? Por ejemplo, cuando invertimos una parte cuantiosa de nuestro ingreso en la compra de objetos que ya tenemos, pero que los creemos obsoletos. Otro ejemplo, es cuando adquirimos cosas porque sentimos que eso nos jerarquiza, nos convierte en importante para los otros”, subraya Pugliese.

¿Cómo nos alejamos de esta dependencia? “Primero hay que observar el nivel de necesidad que nos genera un objeto, pensar cuánta energía, dinero y dedicación invertimos en él. Si vemos que es demasiado, es importante sustituir gradualmente el objeto por tiempo real con otras personas o con nosotros mismos. Y si nos es difícil lograrlo será importante tener a nuestro lado un profesional que nos pueda ir guiando por un camino sin dependencias”, recomienda.