Desde afuera, el despacho de Carlos Albaca parecía un búnker al que sólo podía acceder un puñado de elegidos. Pero hace más de un año, cuando las cosas se pusieron difíciles para el ex fiscal de Instrucción de la II Nominación, esa oficina hizo las veces de refugio. Allí se recluyó el ex investigador de la muerte de Paulina Lebbos mientras llovían los cascotes por su desempeño en esta causa. La primera piedra salió de la mano de Bernardo Lobo Bugeau, auditor de la Nación, y luego se sumaron al ataque la corporación, con los fiscales Diego López Ávila y Marta Jerez a la cabeza; la oposición; la Corte Suprema de Justicia de Tucumán; el Colegio de Abogados de la Capital y hasta el propio oficialismo.
Ese despacho cerrado al público, que en su momento había servido para que Albaca desplegara sus atribuciones, ayer estaba desnudo con esa desnudez del frío más extremo, como si el invierno se hubiese ensañado con él. El ex fiscal no había esperado a la fecha de caducidad de su cargo para quitar sus enseres y sólo quedaba allí el mobiliario demodé de los Tribunales. Y en esa habitación sin color y sin vida, Albaca (bigote, pulóver colorado y corbata a tono) tomaba café con leche, comía medialunas y sonreía a más no poder.
No quiso fotografías ni hacer declaraciones. Fuera del grabador, habló sin pruritos sobre cómo le había sentado dimitir obligado por su actuación escandalosa en “Lebbos”; sobre Luis De Mitri, el ministro público fiscal y pupilar que arrastró en el declive, y su coro de críticos; sobre las causas penales que lo involucran y sobre lo que espera de la etapa de jubilado con el beneficio del 82% móvil que comienza hoy. En una esquina del escritorio había, perfectamente ordenados, tres teléfonos celulares, pero ninguno sonó durante la media hora de conversación. Ningún ex par ni ex colaborador se acercó, tampoco, a ofrendarle un “hasta pronto” y “que te vaya bien”.
Llueven pero no entran
A diferencia de De Mitri, que dejó de ir trabajar a mediados de junio por la enfermedad de su esposa, la secretaria judicial Yolanda Almaraz, Albaca siguió firmando dictámenes como si en mayo la Corte no hubiese intervenido -de hecho- la Fiscalía II. Y no sólo ello: su entorno deslizó que el ex fiscal presume de seguir caminando tranquilamente por la calle y frecuentando los mismos ámbitos sociales de antaño, que es otra forma de hacer jactancia de que las balas llueven, pero no entran.
Juntos, pero distintos
De un solo saque, el Ministerio Público Fiscal y Pupilar se quedó este jueves 31 de julio de 2014 sin titular y sin fiscal de la II Nominación. De Mitri y Albaca se atribuyeron recíprocamente la responsabilidad por la impunidad del caso “Lebbos”, pero, por esos caprichos del destino, terminaron unidos por pedidos de destitución que les lamían los pies y jubilándose el mismo día. Ambos casos dieron pie a la oposición para decir que el Gobierno de José Alperovich protegía a los encubridores y responsables de la muerte de Paulina, como sostiene desde hace años Alberto Lebbos, padre de la víctima.
Mas en el final de ciclo del Ministerio Público hubo voces que insistieron en que De Mitri y Albaca no eran iguales, y que, por ende, no merecían idéntico trato. “‘Lucho’ tal vez se equivocó; tal vez no pudo controlar algunos temas y tal vez debió irse antes, pero eso no borra su valor como individuo”, dijo un interlocutor del fuero penal. Otro añadió que Albaca representaba “la vieja Justicia” y que su ruina había obedecido a una falta de sensibilidad para con los ciudadanos que padecen el delito. “Nadie puede mantener una investigación en secreto durante siete años”, dijo un par, en referencia al candado que el ex fiscal colocó en la causa más delicada para el poder político.
Martillear el silencio
En ocho años, aquella pesquisa pasó por tres fiscalías distintas (las de Alejandro Noguera -luego ascendido a fiscal de la Cámara de Apelaciones-, Albaca y López Ávila, que la instruye desde junio de 2013); propició el desplazamiento de Pablo Baíllo, ex ministro de Seguridad; dio pie a la condena por encubrimiento de los policías implicados en el hallazgo del cuerpo de la víctima, y a la acusación del ex subjefe de Policía, Nicolás Barrera, y del ex jefe de la Regional Norte, Héctor Brito. En paralelo, en el expediente principal está en marcha un estudio de ADN que involucra, entre otros, a Gabriel Alperovich, hijo del gobernador y de la senadora Beatriz Rojkés, y a Sergio Kaleñuk, hijo de Alberto Kaleñuk, mano derecha de Alperovich desde la primera hora.
A la sombra de ese gomero judicial con ramificaciones imprevisibles creció, además, la figura de Alberto Lebbos, que lidera la Comisión de Víctimas de la Impunidad de Tucumán, y que no perdió la oportunidad de decir adiós -con carteles de repudio- a Albaca y a De Mitri. “La jubilación de privilegio de estos dos funcionarios es un fracaso colectivo: han fallado las instituciones que debían controlarlos y castigarlos”, opinó antes de entrar a los Tribunales.
El padre de Paulina expresó que dudaba de que la Justicia sea capaz de esclarecer la responsabilidad penal de De Mitri y Albaca. “Por ello pido la condena social. Para los griegos no había peor sanción que el exilio y el destierro, y hay que recuperar esa capacidad para aislar a quienes hacen daño a la comunidad”, reflexionó. Y dijo que la designación de Edmundo Jiménez como ministro público fiscal y pupilar era la señal de que el Gobierno redoblaba su pretensión de sojuzgar a la magistratura. “Nada bueno le espera a la Justicia con la llegada de Jiménez”, avizoró como quien martillea el silencio de un Ministerio Público con dos bajas de peso y ninguna fiesta de despedida.