La Primera Guerra Mundial introdujo un nuevo concepto en los países beligerantes. El desarrollo industrial y tecnológico se volcó masivamente hacia el esfuerzo bélico, lo que no había ocurrido en las contiendas anteriores. El resultado fue la creación de una maquinaria tan sofisticada como letal, una carrera en la que Alemania, Francia, Inglaterra y Estados Unidos pugnaron por alcanzar la delantera. La consecuencia fue que la Gran Guerra derivó en una carnicería que se llevó más de 15 millones de vidas. Se combatió en la tierra, en el agua y -toda una innovación- en el aire. Se bombardeó a los civiles desde las alturas y nació la guerra submarina.
Feroz y despiadada, la escalada tecnológica se orientó a encontrar las maneras más veloces e irrefrenables de matar. Los antiguos códigos guerreros se deshicieron entre nubes de gases tóxicos. La naturaleza de los movimientos en el campo de batalla se redujo a interminables e inútiles cargas contra enemigos atrincherados.
La transición hacia la modernidad provocó que en la Gran Guerra se mezclaran armas y métodos del pasado con las flamantes innovaciones de la industria militar. En algunos frentes como el oriental, alemanes, austrohúngaros y rusos pelearon con cañones arrastrados por caballos y cargaron al galope, sable en mano. Como en el siglo XIX. No fue el único escenario en el que la vieja caballería se topaba con las barridas de las ametralladoras. También se mantuvo vigente la utilización de la bayoneta, insustituible para los encuentros cuerpo a cuerpo que solían establecerse en las trincheras.
Las fuerzas aéreas se integraron con aviones y dirigibles, que servían tanto para el reconocimiento de las posiciones enemigas como para descargar bombas sobre las ciudades. A medida que la aviación progresó fueron desarrollándose los cazas, capaces de atacar en picada las trincheras y de trenzarse en batallas aéreas.
Los alemanes desafiaron el tradicional poderío naval británico con su flota de submarinos. Rudimentarios, verdaderas latas de sardinas, fueron implacables en el Atlántico y diezmaron la flota mercante de los aliados. Para combatirlos se estableció la marcha en convoyes y se desarrollaron nuevas armas, como las cargas de profundidad.
Mientras tanto, en los astilleros se trabajó para blindar los barcos con extensas capas de pesados metales, sin quitarles velocidad ni capacidad de fuego. Los acorazados se convirtieron en fortalezas flotantes, caracterizadas por la potencia de su artillería.
Para respaldar los ataques de la infantería vieron la luz los primeros carros de combate. Esos prototanques estaban pensados para avanzar en la tierra de nadie, aplastando alambradas y abriéndoles paso a los soldados hacia las trincheras. Para que actuaran agrupados, como ejércitos mecanizados, habría que aguardar a la Segunda Guerra Mundial.
Fusiles, ametralladoras y piezas de artillería se perfeccionaron al extremo de que los nuevos modelos llegaban al frente permanentemente, muchas veces sin que se estableciera una logística para el traslado de municiones y repuestos. El problema es que no había tiempo que perder. Cada amanecer era un nuevo día para matar.
Tanques
Apareció en 1916, durante la batalla del Somme. Se lo usó como apoyo de la infantería o para atacar trincheras.
Submarinos
Los alemanes los utilizaron con éxito, sobre todo contra los mercantes. Fueron contrarrestados con cargas de profundidad.
Gases tóxicos
Empleados por los dos bandos, provocaban muertes horribles o ceguera, entre otros efectos. Fueron prohibidos tras la guerra.
Acorazados
Fueron las estrellas de las batallas navales: buques dotados de artillería pesada y con sólidos blindajes.
Aviones
Primero se usaron para reconocimiento. Luego se convirtieron en cazas, capaces de atacar trincheras y luchar en el aire.
Artillería pesada
La guerra de trincheras obligó a perfeccionar el alcance y el poder de fuego para coordinar bombardeos arrolladores.