El fútbol argentino es en estos momentos como ese hijo único que vivió a la sombra de su padre protector y de golpe queda huérfano. Sufre por la pérdida irreparable del ser querido y no sabe qué camino tomar. Julio Grondona fue amo y señor de la AFA durante 35 años. Llegó a la FIFA y se convirtió en el número dos. Se dice que era el único que conocía hasta cuánto gana Jospeh Blatter presidiendo la entidad. Hábil para negociar y astuto para conducir, le impuso un estilo propio a su gestión. Acumuló tanto poder que todo se hacía a partir de su voluntad. Llevó el fútbol a la televisión y lo transformó en un negocio millonario. Tuvo aciertos y cometió errores. Muchos intentaron sacarlo. Ninguno lo consiguió. “Me van a extrañar cuando no esté”, comentó durante el Mundial de Brasil ante las críticas y el reclamo para que ponga fin a su larguísimo mandato. La muerte lo sorprendió ayer, a los 82 años, aún en el poder. No tuvo tiempo para preparar el camino que allanara la asunción de su delfín. Aunque la renovación era necesaria, no será sencillo reemplazarlo. Dejó un vacío difícil de llenar. ¿Podrán ocuparlo sus detractores? ¿Es el momento de la oposición para encarar un cambio brusco o hay que seguir su línea para una transición moderada? Sin Grondona, el futuro del fútbol argentino es incierto. Habrá que ver lo que pasa a partir de ahora. ¿Nacerá un nuevo rey o los argentinos extrañarán a “Don Julio”?
Sin Grondona, el futuro del fútbol argentino es incierto