MADRID, España.- A lo largo de su historia, la Tierra ha sufrido cinco grandes episodios de extinciones masivas asociados a eventos naturales y cambios climáticos que transformaron todo el planeta. La última y posiblemente más conocida se produjo hace unos 65 millones de años, cuando un gran meteorito golpeó lo que hoy es la península del Yucatán en México y puso la vida en jaque: desaparecieron cerca del 75% de todas las especies, incluidos los dinosaurios.

Ahora, la mayoría de los científicos están convencidos de que el mundo se encuentra inmerso en su sexta oleada de extinción. Y en esta ocasión, no hace falta que un enorme objeto caiga del cielo o despierte un supervolcán: nosotros solos, la humanidad, lo estamos haciendo.


Desde 1500, más de 320 vertebrados terrestres se han extinguido. Las poblaciones de las especies restantes muestran una disminución promedio del 25 por ciento en abundancia. La situación es igualmente grave para la vida de los animales invertebrados.

Según informa un estudio sobre el impacto de los humanos sobre el número de animales en declive, este descenso importa por los enormes beneficios que los invertebrados, como insectos, arañas, crustáceos, babosas y gusanos, tienen en la vida diaria de los hombres, como la polinización y el control de plagas en los cultivos, la descomposición y el ciclo de los nutrientes, la filtración del agua y la salud humana.


El estudio, publicado en la revista 'Science' y liderado por el 'University College London' (UCL), en Reino Unido y las universidadades de Stanford y de California en Santa Bárbara (UCSB), ambas en California, Estados Unidos, se centró en la desaparición de los invertebrados, en particular, porque los grandes vertebrados se han estudiado ampliamente.

En total, 322 especies de vertebrados se han extinguido en los últimos 500 años. Entre los invertebrados, su número ha descendido casi a la mitad en el mismo período de 35 años en el que la población humana se ha duplicado. Es lo que los científicos llaman la defaunación del Antropoceno, término utilizado para definir la actual época en la que el hombre deja su impronta.


Aunque las especies más grandes y carismáticas como los tigres, rinocerontes y osos panda reciben la mayor atención, los autores recuerdan que incluso la desaparición del escarabajo más pequeño puede alterar los ecosistemas sobre los que dependen los humanos. Insectos, arañas, crustáceos, babosas y gusanos resultan fundamentales para la polinización, el control de plagas en los cultivos, la descomposición y el ciclo de los nutrientes, la calidad del agua (la desaparición de anfibios hace que aumenten las algas y las aguas residuales) o la salud humana.

"Cuando la densidad humana es alta, se obtienen altas tasas de defaunación, alta incidencia de roedores y, por tanto, altos niveles de patógenos, lo que aumenta los riesgos de transmisión de enfermedades. ¿Quién iba a pensar que sólo la defaunación tendría todas estas graves consecuencias?", se pregunta Rodolfo Dirzo, de Stanford, autor principal de uno de los artículos.