El 15 de julio de 2013 ganó el torneo de Bastad, Suecia, y ascendió hasta el puesto 46 del ranking. Desde entonces, no dejó el grupo de los 62, y se ha mantenido 38 de las últimas 52 semanas entre los mejores 50. Jamás había ganado un título; hoy su currículum, orgulloso, exhibe dos. Nunca había derrotado a un top-ten. El listado actual muestra a Milos Raonic, a Tomas Berdych y a David Ferrer. Sí. De regreso en Bastad para defender su corona, el español es la más reciente entre las ilustres víctimas de su tenacidad competitiva. Es cierto que la defensa quedó trunca por la derrota en semifinales ante el portugués Joao Souza, pero la caída no cambia en nada el concepto general.
La realidad obliga a referirse a Carlos Berlocq, de él se escribe, como un jugador distinto del que era. Distinto del que fue. A los 31 años, acompaña con sus actuaciones la tendencia de un circuito inundado de veteranos que establecen nuevas marcas de influencia en el Tour.
A pleno desde lo físico, su nuevo estándar de rendimiento y resultados le permite disfrutar profundamente, a una edad a la que muchos pagan caro años de desgaste y dedicación esforzada. El no. Para él sólo aparecen satisfacciones en el horizonte. Objetivos que se renuevan, metas que se alcanzan, mitos que se derrumban y que dan lugar a una nueva jerarquía. Hace ya un tiempo que “Charly” es un rival de cuidado, alguien que se permite encontrar grandes rendimientos en momentos de nervios y tensión. Y así, por ejemplo, ya nadie se anima a poner en duda su presencia en los singles del equipo de Copa Davis.
La satisfacción está garantizada. Claro. Sobre bases anímicamente firmes solamente cabe imaginar un buen segundo semestre. Y, en caso de no ser, Berlocq siempre tendrá a mano la certeza absoluta de que no había nada más por entregar.