Al final el buen clima reinó en Copacabana. Después de muchas dudas los argentinos tuvieron un comportamiento ejemplar con sus pares alemanes, que si bien cierto son minoría, no dejan de caminar por la avenida Atlántica. 

Las escenas se repetían una y otra vez. Primero intercambiaban cánticos, después charlaban un rato, luego se sacaban fotos en conjunto y, por último se deseaban suerte. Así fueron los cruces de ambas hinchadas por ese tradicional paseo.

Claro que en las horas previas se notaron las diferencias entre los fanáticos. Los alemanes bajaban de los hoteles cinco estrellas de Copacabana, los argentinos, con suerte, durmieron en la playa. Los germanos estaban recién bañados y perfumados, nuestros compatriotas sucios y con aroma a cuerpo que no se baña hace varios días. Los europeos, después de sacarse la foto en la playa, se subían a micros que los trasladaba al Maracaná, los sudamericanos hacían horas de colas para ver el cotejo en el fan fest.

Los que no la pasaron nada bien fueron los equipos de los canales de televisión alemanes. Cada vez que pretendían hacer una nota, decenas de argentinos tapaban las voces de los entrevistados con cánticos o ponían banderas delante de la cámara.