En cualquier sector de la tierra carioca se los descubre sin problemas. No caminan en grupos numerosos, beben cantidades monstruosas de cerveza sin molestar a nadie, compran todo lo que les llaman la atención y no reaccionan a ninguno de los insultos que les propinan. ¿Argentinos? No, nada que ver. Son los fanáticos y serios alemanes que se mueven como tanques en una ciudad que les resulta sumamente llamativa.

“Argentinos crazy”, dice Gunter, de Bresner. “Cantan mucho y beben más que nosotros”, sonrían en un español bastante curioso. El piloto de avión retirado vino a Brasil acompañado con su mujer, una azafata 15 años menor y española de origen. “Él es un loco del fútbol. Le encanta, pero por razones laborales nunca había tenido la chance de estar en una fiesta como esta”, explica Manuela. La pareja, como muchos otros europeos, se niegan a ser retratados, piden disculpas y siguen caminando.

Los germanos sufrieron las de caín con los argentinos. Recibieron insultos, cargadas y hasta algún robo de banderas por parte de nuestros compatriotas. Lo más grave se vivió en las terrazas de los restaurantes de Copacabana. Los salvajes los escupían mientras cenaba o les tapaban las mesas con las banderas. Vergonzoso.

“Brasil decime…” canta en un español Gustav, de Berlín. “Está muy bien Argentina. Messi, el rey. Los argentinos muy alegres”, comenta en un portugués muy básico. Se despide deseando muy buena suerte y de la manera más correcta, como todos los alemanes.