La FIFA impulsa el fair play en sus competencias. Los equipos salen a la cancha luciendo una bandera con una leyenda que invita a jugar limpio. También premia a los equipos que se comportan correctamente en la cancha. Lamentablemente, la que no juega limpio es la FIFA. El sistema de venta de entradas genera muchas dudas, perjudica al hincha genunino, el que se esfuerza para acompañar y alentar a sus seleccionados pero no puede entrar a los estadios. En cambio, promueve la reventa, un delito que no se ha podido desterrar y que en Brasil 2014 alcanzó niveles sorprendentes. Mientras los dirigentes miran para otro lado, las autoridades brasileñas decidieron salir a la “caza” de los responsables. La primera “victima” fue Ray Whelan, director ejecutivo de la agencia Match Hospitality, distribuidora oficial de entradas del Mundial. El hombre de 64 años fue arrestado por estar supuestamente relacionado con una red de reventa ilegal de boletos. Lo dejaron libertad bajo fianza 24 horas después pero la investigación seguirá en curso. Whelan se alojó en el mismo hotel donde estuvieron las autoridades de la FIFA. ¿Es posible que no exista ningún nexo? Una entrada a nombre de Humberto Grondona, hijo de Julio, fue comprada por un argentino en la calle. ¿Casualidad? Algo falla. Qué pena. La FIFA no respeta el fair play.