Vive el presente con enorme satisfacción y eso se refleja en su rostro. A los 27 años, Emir Ojeda cristalizó el anhelo que abrigan los pibes tucumanos: jugar en uno de los dos grandes de la provincia. A él, San Martín le abrió sus puertas. La chance ya la tiene. Ahora debe demostrar que está a la altura de las circunstancias.
Atrás quedaron las inolvidables vivencias de los potreros de Villa Obrera, de su Tafí Viejo querido. Sus primeros pasos los dio en las divisiones formativas de Villa Mitre. Luego jugó en las inferiores de Talleres hasta que desembarcó en San Jorge, club que le permitió mostrarse para dar el gran salto.
“Cuando corría por los potreros con la pelota me imaginaba estar en un estadio a pleno. Casi 20 años después, la vida me brinda la posibilidad de concretar ese sueño. Por eso, me cuesta creer lo que estoy viviendo junto a mi esposa Analia (Andrada), mi hijo, Jeremías (6 años) y mi padre, José. Sé que desde alguna estrella, Sabina, mi madre, estará orgullosa de mí. Ella fue quien más me apoyó cuando empecé a jugar oficialmente. Hace dos años que la perdí fisicamente, pero la llevaré dentro de mi corazón por siempre”, señaló.
Que varios de los integrantes del remozado plantel “santo” hayan sido compañeros suyos en San Jorge le está permitiendo adaptarse a su nuevo club. “El cambio no lo noté, por las presencias de Zambrano, Bossio, Fernández y Gonzalo Rodríguez. Pero debo resaltar que todos los muchachos me recibieron de la mejor manera”, señaló.
Ojeda reconoce que va a encarar el mayor desafío de su carrera. “No quiero desmerecer a San Jorge, que me dio todo, pero allá nos preparábamos para mantener la categoría y acá la única opción es el ascenso. La diferencia es grande”, acotó.