No fue un paso más el que dio Argentina. Llegar a semifinales era “su” cuenta pendiente, una misión que en los últimos mundiales había fracasado rotundamente. Había que tomar los recaudos del caso y dejar el alma en el campo.
Y así lo entendió Alejandro Sabella, un tanto criticado en varios pasajes de su gestión, pero que ayer acertó un pleno. Porque si alguien tuvo mucha injerencia en esta clasificación a semis ese fue el DT. Sabella leyó bien el duelo. Sabía que Bélgica iba a salir a disputarle el partido lo más lejos de su arco, por lo que movió las fichas eficientemente y el resultado está a la vista.
Argentina prácticamente no sufrió. El ingreso de Martín Demichelis, en la zaga, y de Lucas Biglia, en el medio, solucionaron los recurrentes problemas defensivos que el equipo había mostrado durante Brasil 2014. Además, José Basanta cumplió en su rol defensivo e hizo olvidar a Marcos Rojo.
Lionel Messi no estuvo en su tarde y Ángel Di María rápidamente dijo basta por lesión. Con ese panorama, en cualquier otro momento, el partido se hubiese complicado irremediablemente. Pero ayer, el equipo no dependió de una carta salvadora. Hubo mucha actitud y un orden táctico perfecto ante una Bélgica a la que le faltaron ideas para empatar.
El gol de Gonzalo Higuaín actuó como un tranquilizante para los belgas, que nunca encontraron los caminos para lastimar a su rival. De ahí en adelante, el partido pareció controlado para Argentina. Se paró bien, esperó los embates que prácticamente no llegaron, y dio la impresión de que si apretaba el acelerador podía aumentar el resultado.
Además, el entrenador dio en la tecla con los cambios. Enzo Pérez aportó marca en el medio; mientras, Fernando Gago tenencia de balón y Rodrigo Palacio fue una linda alternativa para explotar la contra letal que nunca llegó.
Argentina superó la barrera de cuartos tras 24 años de sequía. Ahora arranca otro Mundial.