Es difícil que una película destinada a un público infanto- juvenil logre romper las barreras de la edad para imponerse también en el complejo mundo de los adultos. Lo consiguieron “E.T. El extraterrestre” y “La invención de Hugo Cabret”, entre otros de una corta lista que también incluye clásicos como “La novicia rebelde” o “Mary Poppins”. Esto se debe fundamentalmente al tratamiento que recibe la historia en su paso del libro a las imágenes. “El inventor de juegos” enfrenta ese problema. El paso de la exitosa novela del argentino Pablo de Santis a la pantalla, a través de la lente del también argentino Juan Pablo Buscarini (“El arca” y “El ratón Pérez”) no alcanza la fluidez necesaria para transformar la película en un producto masivamente seductor. Aun disponiendo de todos los ingredientes que hicieron famosos otros tanques de Hollywood (un niño que queda huérfano y debe vivir en un tétrico internado, una amiga cómplice de sus aventuras, un misterioso tatuaje y un diabólico enemigo) esta historia, por alguna razón, no consigue conmover profundamente. Por momentos, es inevitable la comparación entre Iván Dragó, con el super exitoso Harry Potter. Sin embargo, esta superproducción de capitales argentinos, italianos y canadienses es impecable desde el punto de vista técnico y visual. La fotografía del alemán Roman Osin (“Orgullo y prejuicio”) es sorprendente y consigue transportar al espectador a ese universo repleto de realismo mágico que propone la novela de Pablo de Santis.
Una mención especial merecen los protagonistas. El joven actor David Mazouz tiene la suficiente habilidad y carisma para llevar adelante la película al igual que su coprotagonista Megan Charpentier (la temible niñita de la película “Mamá”). Ambos están bien acompañados por un elenco de figuras internacionales entre los que se destaca Joseph Fiennes, hermano de Ralph, que interpretó a Lord Voldemort (¿pura casualidad?) en la saga de Harry Potter.