FORTALEZA, Brasil.- Thiago Silva dejó de llorar y empezó a marcar, y con ello, se convirtió hoy en el héroe de la victoria por 2-1 sobre Colombia que clasificó a Brasil a las semifinales del Mundial de 2014. 

El capitán de la "verdeamarela" fue el símbolo mismo de un equipo que, sin buen fútbol y entre críticas y lágrimas, sigue avanzando rumbo al "hexacampeonato". 

Tras una semana en la que fue el blanco principal de los ataques de la prensa brasileña, que lo llamaba "llorón", el zaguero tardó solamente siete minutos en convertirse en héroe de la hinchada al anotar el gol de la victoria en el estadio Castelao, de Fortaleza. 

El tanto desató una ovación de la hinchada brasileña, saltos de alegría del seleccionador Luiz Felipe Scolari y una reacción eufórica de los demás jugadores de la "seleçao", que le brindaron a Silva un abrazo colectivo para demostrar su solidaridad al capitán del equipo. 

No era para menos. Además de abrir camino al pase de Brasil a semifinales, el tanto de Silva sirvió para que el zaguero pudiera sacarse de la gargante una espina que estaba clavada desde la agónica victoria sobre Chile en penales que puso a Brasil en cuartos tras una batalla dramática de 120 minutos. 

Desde ese entonces, el equipo enfrentó una semana de artillería de críticas de la prensa, que cuestionó en especial la estabilidad emocional de Thiago Silva y sus condiciones psicológicas para ser el capitán del equipo "pentacampeón". 

Las dudas surgieron a raíz de la conducta del jugador del Paris Saint-Germain. Al confirmarse el empate por 1-1 tras la batalla de 120 minutos con Chile, Silva pidió no participar en la tanda de penales y se quedó en un rincón de la cancha llorando, sentado sobre una pelota.

La imagen que recorrió el mundo y fue reproducida con insistencia por la televisión brasileña convirtió a Silva en el gran villano de un Brasil que, hasta ese entonces, no había logrado convencer a su exigente "torcida". 

Fueron días difíciles. A lo largo de la última semana, el jugador mantuvo distancia de la prensa y de las redes sociales y se abstuvo de hablar sobre los cuestionamientos a su capacidad de ser líder del equipo. 

Cuando decidió responder, en la víspera del partido de Colombia, afirmó que no se dejaría afectar por las críticas, y enfatizó que ya había superado desafíos más duros, como el que enfrentó en su primera temporada en el fútbol europeo. 

"Yo ya superé una tuberculosis, corrí riesgo de muerte, y hoy puedo decir que soy un campeón", dijo Silva a sus críticos, al aludir al drama que vivió a los 20 años de edad, en 2005, y que marcó un antes y un después en su carrera. 

Tras ser fichado en 2004 por el equipo luso de Oporto, Silva pensó haber realizado un sueño de niño, el de jugar en el fútbol europeo. Pero allí empezaba una pesadilla. 

Los dirigentes del club portugués decidieron ceder al brasileño a préstamo al Dínamo de Moscú, y el frío del invierno ruso fue un golpe demasiado duro para su salud: se enfermó de tuberculosis y fue internado en un hospital donde, por temor a que pudiera contaminar a otros, permaneció aislado de cualquier contacto, salvo con los médicos. 

Los médicos rusos recomendaron una operación para quitar parte del pulmón afectado, lo que supondría el fin prematuro de su carrera. La salvación vino a través del empresario de Silva, quien lo sacó de Rusia y lo llevó a Portugal, donde el jugador logró curarse seis meses después. 

"Para mí, que estuve en el hospital (ruso) y escuché que él tendría que operarse y abandonar la carrera, es una emoción muy fuerte verlo conquistar tantas cosas, ser el capitán de la selección nacional. No puedo explicarlo, pero es muy bueno. Tiene sabor a victoria", dijo la esposa del defensa, Isabelle da Silva. 

Silva nunca olvidó los meses de sufrimiento lejos de su familia, y desde ese entonces vuelve a mencionar cada tanto su historia, para remarcar que, pese a ser "emotivo", es capaz de sobrellevar las situaciones más duras. 

Así lo hizo hoy, a los siete minutos del partido con Colombia. Tras recibir las felicitaciones de sus colegas por el gol, se dirigió directamente a las cámaras de televisión y, apuntando la camiseta amarilla, envió un mensaje directo a sus críticos: "Esto es Brasil, ícarajo!". 

Para el partido de semifinales con Alemania, sin embargo, Thiago Silva tendrá que entregar a otro compañero la cinta de capitán, ya que estará suspendido por haber recibido ante Colombia su segunda amarilla. 

Su probable substituto es su amigo y futuro compañero de club, el también zaguero David Luiz, quien hoy hizo por merecerse el puesto al anotar de tiro libre el gol que selló el triunfo brasileño por 2-0.  (DPA)