Los vecinos de San Juan Bautista no entienden lo que pasó. La Policía Militar los aleja mientras ocho dotaciones de bomberos trabajan en la zona. Todos afirman que se escuchó una explosión. Una masa de hormigón ha aplastado un ómnibus, dos camiones y un Fiat Uno. El chofer del colectivo murió en el acto. Hay otro fallecido y un número impreciso de heridos. Son 19, pasa en limpio un capitán de los bomberos. La avenida Pedro I parece una zona de guerra.

Al cronista se le viene a la mente un recuerdo tucumano. Fue en plena avenida Mate de Luna, cuando se colocó el puente peatonal a la altura de la escuela Patricias Argentinas. Esa estructura también se desplomó, pero afortunadamente nadie circulaba por allí en ese instante. Aquí es distinto. Hay muertos, mucha gente lastimada, un vecindario asustado, sirenas que no paran de ulular y un helicóptero que da vueltas. ¿A quién le importa en este momento el Mundial?

Belo Horizonte padece serios problemas de tránsito y por eso se construyen autopistas a lo largo y a lo ancho de la ciudad. Les dicen viaductos y están hechos de estructuras premoldeadas de hormigón. El que cayó sobre la Pedro I iba a inaugurarse dentro de pocos días.

No, la Selección argentina no iba a pasar por allí ayer, repiten mil veces los comentaristas de TV que transmiten en directo. Los jugadores están fuera del centro, en un predio cercano al aeropuerto de Confins. A varios kilómetros.

El accidente, producto de un error en la construcción, es tema nacional en Brasil. Los opositores al Gobierno lo utilizan para echarle a la culpa. Seguro que la corrupción del Mundial se llevó el dinero y es una obra chapucera, afirman sin pruebas en la mano. El municipio de Belo Horizonte responde que el plan maestro de obras va mucho más allá del torneo de fútbol y que, en todo caso, hay que investigar a la empresa contratista. El lavado de manos es veloz.

Las redes sociales han succionado fotos y videos que documentan la tragedia. ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Y si ocurre de nuevo?, son las preguntas. Los familiares de las víctimas corren a los hospitales y las sirenas siguen sonando, por más que el tránsito esté desviado. Los obreros, a un costado, hablan en voz baja. Los vecinos, los que día a día transitan por la Pedro I, son los más desconcertados de todos.