Como sucede casi siempre antes de un año electoral, el peronismo multiplica sus candidatos en toda la geografía argentina, y siempre hay más de uno por cada cargo. Sucede a nivel nacional, donde se amontonan los aspirantes presidenciales del PJ y otros que van por fuera de la estructura partidaria. También sucede a nivel local, donde hay varios interesados en suceder a Alperovich. Sin embargo, ¿por dónde va el peronismo? En el plano nacional, aplicando la concepción movimientista del partido de Perón, pareciera que la derechización es un hecho, no porque el postulante deba surgir de este extremo de la organización, sino porque el país parece que ha decidido que el péndulo se mueva hacia ese extremo. Por eso es difícil para el kirchnerismo definir al heredero del “modelo”, y por eso es más fácil para Scioli presentarse como el que puede ocupar ese espacio dentro del PJ. El bonaerense, con seguridad, no recibirá la bendición de Cristina, por lo que si quiere representar al justicialismo en 2015 deberá someterse a las PASO y competir con quien la Presidenta señale. Por ahora no asoma ningún cristinista que le asegure un triunfo.

¿Y en Tucumán? Por estos lares el pragmatismo territorial deja de lado la concepción movimientista, hay menos ideología detrás de los postulantes a la gobernación y en los más de los 300 cargos electivos en disputa. El PJ, o el peronismo, está muy lejos de la disputa pendular de ámbito nacional, la pelea es más comarcana, más de estructuras que de concepciones políticas. “La condición peronista admite un solo liderazgo”, dijo hace pocos días Sisto Terán, un dirigente que ahora teoriza sobre el movimiento al que se sumó luego de nacer en la Ucedé. Pero el líder al que hace alusión parece que no quiere ocupar el rol de líder. Alperovich mismo dijo que prefiere que el candidato del Frente para la Victoria surja de una interna partidaria, algo que no ocurre en justicialismo desde hace más de 10 años. O sea, no lo quiere elegir. ¿Error estratégico? Seguro que en una supuesta elección interna, él bendecirá al que cree que mejor le cubrirá las espaldas en los próximos años, por más fueros senatoriales que obtenga. Tiene que ser alguien de su extrema confianza.

¿Tiene algo que temer el gobernador?: que quien resulte electo en esa interna partidaria sea de su grupo (si es que alguien se anima a enfrentarse con la estructura partidaria-estatal que sirve de soporte al alperovichismo), y que le sea leal. Porque a lo que realmente le debe tener miedo es que le suceda lo mismo que le pasó a Julio Miranda.

El ex gobernador peronista se jugó por su ex ministro de Economía en 2003 y al poco tiempo ya no formaba parte de la cúpula del poder. Aquí pueden sonar a verdaderas las palabras de Terán en cuanto a que el peronismo sólo reconoce un líder. Una conducción colegiada impide el ejercicio del poder en plenitud. Por eso Alperovich primero despachó a Miranda, incluso despegándolo de la historia común que tienen -ocupando roles en una misma gestión de gobierno, uno como titular de PE y el otro como ministro de Economía y senador nacional- y acusándolo por la desnutrición infantil. A partir de 2003, el nuevo discurso alperovichista hizo tabla rasa de la historia anterior y luego dijo que era la mejor gestión en los últimos 30 años. Eso es olvidar las raíces. Claro, Alperovich no provenía de las filas del peronismo, por lo tanto no tenía ni debía respetarlo.

¿El peronismo se lo cobrará el año próximo? Primero hay que desentrañar ese gran misterio que implica saber qué es el peronismo, porque se sabe que hay muchos dirigentes peronistas heridos por el accionar del alperovichismo. Se pueden sumar y aunar malestares. Pero, ¿pueden ser los suficientes, o bien su discurso adverso puede incidir tanto como para que Alperovich pueda temer alguna represalia del movimiento de Perón? No falta mucho para saber.