Encontrar el reflejo del propio rostro en el agua fue uno de los descubrimientos antiguos que alteró la percepción de nuestros antepasados. Con el pulido del metal, el espejo se transformó en un elemento de imprescindible presencia social, masificado en los tiempos actuales. En paralelo, creció su significación y se volvió protagonista de historias, como “Maléfica”, que se sostiene en cartel en los cines tucumanos.
En “Oculus”, el espejo toma un tinte oscuro y es el centro de una historia de posesiones malvadas y paranormales, con muertes de por medio.
Todo comenzó hace 11 años, cuando fueron asesinados Alan y Marie Russell, los padres de los niños Tim y Kaylie, a poco de ocupar su nueva casa. La Policía resolvió el caso acusando del crimen al varón, encarcelado por nueve años en un establecimiento psiquiátrico. Con 21 años es liberado y su decisión es dejar todo atrás y comenzar una nueva vida, sin recordar el pasado que lo atormenta.
En cambio, el objetivo de Kaylie es demostrar su inocencia, aunque al costo de acusar a un viejo espejo de los asesinatos, realizados por un fenómeno paranormal personificado en una mujer que aparece en él, con los ojos brillantes y que produce alucinaciones. Su poder es tal que puede protegerse de quienes quieren destruirlo. Con estos datos, la mesa está servida para el resto.
La dirección de esta propuesta recayó en Mike Flanagan, conocido por películas como “Absentia”, “Still life” y “Makebelieve”, donde mezcla con eficiencia los contenidos del suspenso y del terror. Con sus antecedentes, se decidió que el estreno del filme sea en el Festival Internacional de Cine de Toronto, el año pasado, aunque pasó más de seis meses para llevar a las pantallas de Estados Unidos. El relato está sostenido por saltos en el tiempo, para ir hilvanando la narración mediante flashbacks.