El chileno Franci Tapia Galahín hizo 4.000 kilómetros en bicicleta para poder estar en Belo Horizonte el día en que la “roja”, paradojas del destino, se quedó a cinco centímetros de eliminar al anfitrión Brasil y de escribir una gran historia, de esas que los abuelos le cuentan a sus nietos y que ni el tiempo puede eliminar.

El sonido seco y fuerte del remate de Mauricio Pinilla en el travesaño cuando moría la prórroga del partido de octavos todavía reverbera en un Mineirao que quedó impregnado del silencio de los torcedores locales, que no podían creer lo que veían.

El técnico argentino Jorge Sampaoli y sus soldados chilenos lo hicieron: la “verdeamarelha” se rindió a sus pies, pese a que un palo del mismo arco -y el arquero Julio Cesar- se ensañaron en contra de la rebeldía roja con esos penales que devinieron en castigo.

No hubo “Mineirazo”, pero Chile se fue del Mundial de la manera más digna. En el fútbol, como en la vida, no importa sólo alcanzar la meta, sino también la manera en que se hace camino al andar, Antonio Machado dixit.

La revolución Sampaoli

Cumplió con creces ante Australia, dio el primer gran golpe al mandar a casa a la campeona España, se la puso bien difícil a la candidata Holanda. En su recorrido en la primera fase, la “roja” le dio la razón al diario deportivo “Lance”, el más importante de Brasil, que había calificado a Chile como una posible “zebra”, tal como se les llama a los equipos que no son tenidos en cuenta y luego dejan boquiabiertos a todos.

Lo sucedido en Belo Horizonte el sábado también justificó las prevenciones del seleccionador brasileño Luiz Felipe Scolari, quien hubiera preferido otro rival en octavos.

Sampaoli, de 54 años y apenas conocido en Argentina antes de su suceso con la Universidad de Chile, es un seguidor confeso de Marcelo Bielsa. Su credo es el fútbol ofensivo, pero a diferencia de su maestro, el discípulo sí que sabe ser flexible cuando las circunstancias lo demandan. Dinámica, mucha presión y disciplina táctica son sus mandamientos fundamentales. Y su esquema, una línea defensiva de tres, dos laterales, un centrocampista defensivo y otro a cargo de la creatividad, más dos extremos y un centrodelantero.

Un dibujo made in el “Loco”, que lo hizo acreedor al mote de “Mini-Bielsa” por parte de la prensa chilena. Estudioso como su maestro, Sampaoli emplea habitualmente el software “Kizanaro” para acceder a las estadísticas de sus oponentes y preparar su estrategia analizando sus debilidades y fortalezas.

Cuentan que el actual técnico de la “roja” viajaba 336 kilómetros en auto desde su ciudad natal de Casilda, en Santa Fe, para “espiar” con binoculares desde la autopista el trabajo táctico de Bielsa cuando era seleccionador de Argentina.

Años más tarde, en 2013, lo llamaron a ocupar el mismo banco en el que su maestro se había sentado en el Mundial de Sudáfrica, sucediendo a otro compatriota, Claudio Borghi, despedido tras cosechar pobres resultados que pusieron en riesgo la clasificación chilena a Brasil 2014.

Un “clon” diferenciado

Sus propios dirigidos lo reconocen: se trata de un “clon” de Bielsa, pero distinto. “Este es el ciclo de Sampaoli. Lo de Bielsa se terminó. Ese fue otro proceso”, argumentó Arturo Vidal. El volante de la Juventus y Alexis Sánchez fueron los primeros violines de la orquesta del técnico argentino. Su director en el campo de juego se llamó Gary Medel, por temperamento y experiencia. El defensor del Cardiff City jugó en el Mineirao con un desgarro de 8 milímetros y Vidal lo hizo infiltrado. Es verdad que Sampaoli sacó máximo provecho de un plantel con numerosas estrellas y en su punto justo de cocción. Pero también lo es su aporte: les inyectó una dosis de temperamento que explica tales decisiones individuales, jugadores lesionados que dejaron todo para intentar lo que parecía un imposible, poner en jaque al “gigante” Brasil en su propio patio.

“No existen los triunfos morales, existen expresiones como las que tuvo esta selección; lo moral no puntúa. Lo que sí podemos valorar es habernos equiparado en un Mundial a las potencias que nos tocaron”, señaló Sampaoli una vez decretada la eliminación.

Y agregó: “les jugamos de igual a igual, hicimos partidos electrizantes poniendo a Chile en un lugar de protagonismo y no de sometimiento. La idea era rebelarnos a la historia, a las camisetas, a los nombres propios. Esa meta se cumplió”.

El recibimiento multitudinario que los hinchas le prodigaron a su selección este domingo en Santiago da fe de ello. Tanto como el cariño y el respeto que se ha ganado el técnico argentino en Chile, en el marco de las a menudo difíciles relaciones entre los dos países allende Los Andes.

La esquiva Copa América, que la “roja” nunca pudo ganar y que el año próximo se disputará en suelo propio, será una oportunidad de oro para Sampaoli y sus hombres: la vida suele dar revancha cuando hay con qué.