México está hecho a prueba de todo. De camerunenses, de brasileños, de croatas y también de ternas arbitrales, que le cobran lo que no es y viceversa. A pesar de todos ellos, terminó la primera fase sin derrotas, con apenas un gol en contra y el boleto a octavos de final en la mano. Incluso por un rato estuvo a un tanto de hacer que Brasil clasificara segundo, pero no le alcanzó. Igual, en la tierra del Chavo deben haber corrido mares de tequila después del baile que el “tricolor” le pegó a Croacia en el segundo tiempo, y que terminó en un 3 a 1 casi generoso para los europeos.

Cualquier resumen piadoso omitirá la totalidad del primer tiempo, salvo el sablazo de Héctor Herrera que hizo clank allí donde convergen el palo y el travesaño.

Aunque el empate no le servía, Croacia siguió atacando con poca gente en el segundo tiempo, apostando a las subidas de Darijo Srna y a los intentos del peligroso Ivan Perisic. Ivan Rakitic se ocupó de repartir la Brazuca en lugar del desaparecido Luka Modric. El emblema croata ni se pareció al que dibuja con la camiseta del Madrid.

México, más compacto y ambicioso con la pelota, tuvo que hacer justicia por mano propia otra vez, como cuando le anularon dos goles legítimos contra Camerún: Srna atajó con las dos manos un misil de Andrés Guardado que le hubiera roto el arco a Pletikosa. Penalazo para todo el mundo, menos para el árbitro uzbeco Ravshan Irmatov.

No hubo dramas: al rato apareció Rafael Márquez y de cabeza le contestó a los que querían tramitarle la jubilación: 1 a 0. Tres minutos después, Guardado mandó a guardar el 2 a 0 y “Chicharito” Hernández cerró la fiesta con otro cabezazo. Perisic se llevó el consuelo de lograr lo que parecía imposible: meterle un gol a Ochoa. Eso sólo ya es un montón.