El desgano de Holanda era aplicable a la pachorra que Portugal había regalado una noche antes, la noche en que zafó de la guillotina con Estados Unidos, aunque hoy igual tenga las valijas armadas y el check in a Lisboa listo. Ojo. Holanda no es el equipo de Cristiano Ronaldo, es mejor, además de ser súper pícaro y determinante cuando se propone acomodar la cuenta a su favor.

Chile dará fe de ello, después de perder 2-0 habiendo sido superior en ganas, tenencia del balón y en intenciones de acercarse al arco “naranja”. El mea culpa trasandino será, entonces, no haber podido capitalizar su monarquía con la pelota, porque cuando le dio espacios al enemigo zafó de varios sustos. Este juego decía mucho. Era por el N° 1 del grupo, aunque Holanda contaba con la ventaja de saber que empatando era todo suyo.

Ahí puede entenderse por qué no apretó al contrario hasta tanto este no invadió su territorio. Ahí también puede entenderse que estuvo cómoda en la cancha pese a costarle contener a Alexis Sánchez, el distinto junto a Arjen Robben de la tarde en San Pablo. Otra: Robben juega pero a veces no alcanza con su magia. Sneijder no estuvo en sintonía y la “naranja” lo sintió tanto que su juego se resumía en pelotazos que Robben debía pescar y hacer la de Dios. Sobre el cierre del capítulo I, el 11 metió una de esas carreras maradonianas que no terminó en gol de milagro. Poco...

Y en el complemento, Chile movió esquema y tiró la carne al asador, pero no le surtió efecto porque sus relevos no desnivelaron como sí lo hicieron los de su enemigo. En el epílogo, Leroy Fer pescó un centro perfecto en altura y metió un cabezazo criminal cruzado para el 1-0. Y cuando fue a quemar las naves, una contra, con pase de Robben, decretó el 2-0 de Depay y un triunfo holandés que lo ubicó en octavos de final y con puntaje ideal en el Grupo B.