1. Para gustar, hay que gustarse.
Lo más incómodo, tal vez, es el espejo. Confrontarse con el reflejo de uno mismo, de uno mismo explorando la sensualidad. En ese cara a cara con el duplicado propio pueden pasar varias cosas, la más probable de las cuales -al menos en principio- es el rechazo. Rechazo, pudor de esa imagen que estira la boca, que sacude el pelo, que contrae el abdomen, que desliza un dedo entre los pechos. “Lo primero es gustarse uno para luego buscar el modo de gustarle a otro. Hay que sentirse seguro de cada movimiento y para eso uno debe encontrarse en el espejo, que es de las cosas más difíciles para un artista, un trabajo que lleva bastante tiempo. Uno se siente verdaderamente incómodo”, admite Esteban Sosa, actor, coreógrafo y bailarín de Gloss, un grupo de baile en cuyos ensayos el espejo se impone tanto como la música. “A las chicas les pedimos que se miren constantemente y que actúen en el ensayo del mismo modo que en el show. A mí no me gusta ver videos en los que aparezco, pero para trabajar y crear, tenés que encontrarte”, explica Sosa. Carlos Sebastián Cruz, director y coreógrafo de Gloss, añade: “ese es el aprendizaje que más cuesta. El tema no es qué tan fácil o rápido te sale una coreografía, sino cómo uno se encuentra consigo mismo, llega a gustarse y transmite belleza”.
2. El erotismo también se aprende.
Baccarat Cherry es tajante. “Ser artista erótico no depende del físico, sino de las ganas, de la voluntad de hacerlo. No hay un estereotipo de cómo debe ser: más que la apariencia, importa la actitud y cómo se transmite”. En “Convivencia”, la obra de teatro que protagoniza, Baccarat es pura actitud: interpreta a una chica que llega en medio de una tormenta a la casa de un desconocido, en una isla del Tigre. Está toda mojada y entonces debe cambiarse; lo hará frente a los dos amigos que habitan la vivienda y, por supuesto, ante todo el público. “Sí, hago un semidesnudo, pero como mi personaje es desinhibido, la situación es muy natural. Me siento cómoda haciéndolo”.
Esa espontaneidad para exhibir el cuerpo no es tan corriente, aportan los chicos de Gloss. “Hay muchas chicas tímidas y con ellas se trabaja de otra forma. Se puede enseñar a ser sensual, desde una simple caminata hasta cómo mover las manos o el pelo. Con cualquier elemento se puede seducir, hasta con una lapicera, pero para transmitir eso debemos trabajar con la seguridad de los bailarines”, reflexiona Sosa. “Hay que partir de la base de que no todos tenemos las mismas fortalezas: uno sabrá hacer poses increíbles, otra sabrá bien cómo sacudir el pelo, otra hará perfectas caminatas, y así. Lo que tratamos es reforzar la confianza en ellas, sobre todo con aquellas que recién comienzan, para que se sientan iguales a sus compañeras”, indica Cruz. “Cuando comencé con esto, me costaba mostrar sensualidad -recuerda la bailarina Vanesa Torres Gritti-. Así que tenía una persona al frente que me decía ‘dale, creétela, sos divina, hacelo de nuevo’. Y hoy me siento cómoda: si tengo que hacer pose o paso libre, me la juego y lo hago”.
3. El erotismo es cosa seria.
Verónica Pérez Luna, fundadora y directora de Manojo de Calles, admite que ese grupo de teatro ha fundado una poética en torno al erotismo, entendido este “de manera profunda”. “Tomamos el concepto del autor Georges Bataille, que dice que el erotismo es una manifestación que surge ante la conciencia de la muerte. Su origen profundo tiene que ver con que somos seres limitados con conciencia de nuestra finitud. No relacionamos al erotismo con el cuerpo, con lo superficial. El actor no llega al erotismo por la simple imagen del desnudo o por querer mostrar belleza. Incluso el concepto de belleza que manejamos no son los oficiales, los estándar, los cuerpos no tienen por qué ser perfectos”. Pérez Luna asegura que el público ha captado esa intención desde un primer momento. “La gente nos dice que nuestros desnudos siempre tienen una justificación, que nunca están puestos para adornar la escena. De hecho, hay todo un trabajo, una forma de entrenamiento que adoptamos en los ensayos para llegar a esos desnudos, a esos cuerpos que no están atravesados por trabas ni represiones”.
4. El erotismo provoca rupturas.
“Sí, por supuesto -Pérez Luna habla confiada-. Manojo de Calles ha generado una ruptura importante. No lo digo yo, lo reconocen en sus escritos varias personas que nos han tomado como objeto de estudio. En la Facultad de Artes de la UNT somos analizados como grupo de referencia con una poética particular, cosa que no todos alcanzan. El quiebre que impulsamos tiene que ver tanto con nuestra poética extrema, muy jugada y definida, como con nuestra permanencia en el tiempo. El grupo ha logrado una continuidad en su búsqueda y eso nos permite profundizar de una obra a otra. Y dentro de nuestra poética, el erotismo ocupa un lugar importante. De hecho, en el ambiente siempre se dice ‘si vas a Manojo, tenés que desnudarte’ -se ríe la actriz-. Y sí, no tener miedo a los desnudos es un requisito para entrar”.
Baccarat sostiene que los tucumanos se van acostumbrando de a poco a las nuevas formas del erotismo. “Tengo muchos fotógrafos en mi Facebook y varios de ellos exploran la sensualidad en sus books, incluso con chicas que generalmente no se dedican a eso, que sólo quieren hacer una producción personal. Me gustaría que esa tendencia que se ve en las redes sociales llegue a los escenarios porque implicaría un avance, para acostumbrar al público a otro tipo de arte”.
5. Y también genera polémicas.
Pérez Luna recuerda la resistencia que generó una puesta que Manojo de Calles representó a partir de la temporada 2006/2007. “Se llamaba ‘¿Qué será?’ y en ella trabajábamos qué pasa después de las fiestas, el concepto de la depresión tras la euforia. Los actores aparecían completamente desnudos en un espacio blanco, era como que los cuerpos se desprendían de él. Eso fue muy polémico, nunca se había hecho una experiencia así en teatro. Creo que el espectador la comenzó a comprender después, pero en principio fue difícil de entender, incluso para el público que ya teníamos cautivo, porque entonces teníamos más de 10 años y ya habíamos formado un público propio”.
Los integrantes del grupo Gloss cuentan que, en tanto sus shows son a partir de contrataciones, nunca han tenido reacciones escandalizadas por parte del público, ya que preparan espectáculos ‘a medida’. “Lo que puede ocurrir es que pases al lado de una mesa, por ejemplo, y percibas una especie de mala onda, si no te miran o te corren la cara. Pero bueno, hay gente a la que, más allá de cómo estemos vestidos, puede no gustarles lo que hacemos”, acepta Torres Gritti.
6. Es bueno habituarse a la sensualidad.
¿Por qué la sociedad tendría que acostumbrarse al erotismo en escena? Baccarat invierte la pregunta: “¿por qué negar algo que es nuestro? El erotismo es parte de nuestra forma de ser; es importante aceptarnos a nosotros mismos”. Pérez Luna sostiene que el tucumano promedio es muy pacato. “Fue cambiando de a poco, con las nuevas leyes se abrieron nuevas perspectivas. Pero no nos mintamos: vivimos en una sociedad muy hipócrita, llena de conservadurismos absurdos. Las obras que hacemos son nuestra manera de contribuir a la apertura, a nuevas maneras de pensar o percibir -señala-. Y de establecer que la realidad no es una, sino que se construye y hay varias”.