Hay un día especialmente esperado por los integrantes de cada plantel durante los Mundiales. Son las horas libres para disfrutar junto con sus familiares, la posibilidad de interrumpir la rutina repartiendo abrazos, besos y mates con padres, madres, hermanos, esposas e hijos. Nunca faltan los tíos, los cuñados y algún colado. Puro folclore futbolero que libera tensiones y carga las pilas de los futbolistas en plena competencia. En Estados Unidos 1994 eran épicas las topadas de Claudio Caniggia y Mariana Nannis cuando ella lo lo empujaba dentro de la limusina con la que visitaba el complejo del Babson College. Ayer a la tarde se produjo ese encuentro familiar en el complejo de Cidade de Galo, a tres días del partido con Irán y en medio de los coletazos generados por la presunta controversia entre el grupo y su entrenador.

Lo ocurrido en el vestuario, durante el entretiempo del encuentro con Bosnia, se hizo público a partir de alguna filtración a la prensa. O al entorno de algún jugador, que a la vez trasladó el dato el periodismo. Es la coyuntura que menos le gusta atravesar a Alejandro Sabella. No el intercambio de pareceres con sus hombres, sino que se hayan ventilado intimidades, diálogos, contrapuntos. Aquello de lo que pasa en el vestuario muere en el vestuario forma parte del credo del técnico y de sus colaboradores. Pero algún integrante del plantel habló y se instaló una sensación: la variante táctica se debió más a una presión de Messi y compañía que al convencimiento del conductor del grupo.

El cambio de época conlleva profundas modificaciones de las prácticas culturales. Cuando Sabella jugaba no existían los celulares, ni Internet. No había mensajes de texto ni Whatsapp ni Twitter. Mucho menos la posibilidad de sacarse fotos y ponerlas en órbita para que las vea todo el mundo. Ahí está Sergio Agüero, por ejemplo, un perpetrador de selfies serial que mantiene informados a los argentinos de cada movimiento de la Selección puertas adentro. En otros tiempos las concentraciones eran inviolables, hoy se conoce cada uno de sus rincones, como si fuera una producción de la revista Caras.

Todo en una foto

Una foto twitteada, como la del plantel viendo el partido Chile-España, brinda toda la información que años atrás costaba muchísimo construir. Quiénes estaban, qué ropa utilizaban, si tomaban mate, si predominaba la seriedad o la distensión. Todo en una foto aportada por los propios protagonistas, en tiempo real. Los cuerpos técnicos no pueden confiscar smartphones ni prohibirles a los jugadores que interactúen en las redes sociales, aunque más de un entrenador se salga de la vaina por hacerlo. Sería ir en contra de la naturaleza de una generación que ha naturalizado la comunicación como un derecho permanente. Se generaría una rebelión.

La cuestión es que hay una línea que suele cruzarse cada vez con mayor asiduidad, al punto de que va desdibujándose y, tal vez, en el futuro deje de existir. ¿Un ejemplo? La convivencia del plantel de Boca se descompuso porque, supuestamente, un garganta profunda le habló a la prensa de las internas grupales. Habló con el idioma digital, desde el aparente anonimato de una pantalla. Todo terminó con Orión noqueando a Ledesma. Da la sensación de que episodios como ese -la filtración, no la golpiza- irán haciéndose habituales.

Códigos futboleros

Desde siempre se habla de códigos futboleros equiparándolos a la omertá siciliana. Al jugador que saca los pies del plato se lo condena a ser arrojado al río, como a Fredo Corleone en “El Padrino II”. En el caso que nos ocupa, a Sabella se le pusieron de punta los pocos pelos que le quedan cuando leyó y escuchó detalles del episodio registrado en las entrañas del Maracaná. A un enemigo de las polémicas como él, dado a la diplomacia y al perfil bajo, esta clase de exposición lo incomoda al extremo.

Como el que avisa no traiciona, el propio Messi se plantó el lunes frente a los micrófonos para explicar que a él -en nombre de los cuatro fantásticos- le gusta el 4-3-3 ofensivo y liberador. Fue una movida que pinta a Messi como líder, faceta en la que recién está debutando de la línea para afuera. También pasó en limpio el pensamiento de una parte del plantel. ¿O de todos? Tal vez Messi sabía que la filtración ya se había producido y anticipó la jugada, tal como habitúa hacerlo en el borde del área.

Es posible que Sabella haya llegado al camarín en el entretiempo con la certeza de que había que mover las piezas. El ingreso de Gago y de Higuaín estaba cantado. No obstante, en el imaginario quedó instalado que fueron los jugadores los que se movilizaron para reclamar una postura más ofensiva. En ese caso, la filtración los deja bien parados y coloca al entrenador entre la espada y la pared.

Práctica “blindada”

La Selección se blindará hoy en Cidade de Galo. Nada de conferencia de prensa ni de invitación a cronistas y fotógrafos a que observen la entrada en calor. Encierro y trabajo táctico. Durante las últimas dos prácticas Sabella ensayó el 4-3-3, ayer con todos los titulares. A nadie se le ocurre que contra Irán apelará a su estimado 5-3-2, pero en fases sucesivas el panorama se modifica al compás de la jerarquía de los adversarios. Mascherano fue muy claro: el 4-3-3 es lírico y ofensivo, pero supone tomar riesgos de mitad de cancha hacia atrás. Supone entonces que Gago y Di María se pongan el overol, porque de lo contrario el único que queda para raspar es Mascherano. Un mal endémico de la Selección es lo mal parada que queda cuando se pierde la pelota. ¿Qué tal regalarle tiempo y espacio a, por caso, la dupla Robben-Van Persie?

Mañana el plantel trotará en el Mineirao, sede del encuentro con Irán. Antes, Sabella ofrecerá la conferencia de prensa habitual. Sería bueno que hablara francamente de todos estos temas. A esta altura de la historia, todo lo que se barre debajo de la alfombra aflora por otro lado. No hay pactos de silencio necesarios cuando de cuestiones netamente futbolísticas se trata. Mucho menos con un tipo campechano y dialoguista como Sabella, que es tan capaz de tomar decisiones drásticas (como dejar a Tevez fuera del Mundial) como de consensuar con sus jugadores qué camino conviene seguir.

Hay muchísimo Mundial por delante y el episodio del Maracaná no implica que entre el plantel y su conductor existan diferencias irreparables. Al contrario. Sí está claro que a Sabella no le agradó que haya trascendido el hecho y se lo hizo saber a sus jugadores. Una victoria lucida sobre Irán, con el bendito 4-3-3 como estandarte, puede transformar todo en una anécdota.