Si Brasil no pudo con México, ni México pudo con Brasil, mínimamente habría que tirarles el fardo a sus arqueros. Qué noche la de los cuidapalos, sobre todo la del “azteca”, lo más similar a un pulpo en tierra firme.

Es más, Guillermo Ochoa merece la estrella de plata al héroe, porque no sólo cuidó como nadie su arco, sino que también salvó al resto de sus 10 compañeros de batalla. Gran elasticidad la del hombre del peinado patentado por “Pibe” Valderrama. En el primer tiempo, atajó con el pecho las balas de Neymar, de Thiago Silva, y también de cuanto anfitrión probó al arco.

México, ordenado y preparado para disparar rápido en la contra, hizo lo que pudo ante un rival que nunca pudo vencer en este tipo de competencias. México fue garra y Ochoa el corazón y los pulmones de un grupo que por momentos pudo dar la nota. Le faltó, quizás, punch.

De media distancia asustó un par de veces a Julio César, siempre bien parado, en la corta y larga distancia. Julio César al menos llevó calma a un plantel bastante desacoplado y bien diferente a los retazos de juego bonito que había entregado de a ratos en el debut ante Croacia. Brasil no fue una sinfonía, intentó lastimar al enemigo buscando la personal, la heroica. Neymar, el diferente, sacó un remate criminal ya sobre la hora y Ochoa, enorme de reflejos, le puso el alma a la situación. Y ya cuando el partido se despedía, hizo lo mismo con Thiago Silva. Con la mano zurda y el pecho amortiguó un cabezazo letal del capitán amarillo. Los movimientos de Ochoa para contrarrestar el fusilamiento superaron la velocidad de la luz.

Lo bueno es que México aún depende de sí mismo para clasificarse a octavos, le queda Croacia en el camino. Brasil, en cambio, saldrá en los titulares de hoy como el derrotado, porque empatar en su casa siendo anfitrión del Mundial es poca cosa. Muy poca cosa.