Héctor Bautista quiere ver a Messi. Hace unos meses vivió una experiencia celestial en Río de Janeiro: se mezcló entre la multitud para acercarse al Papa y terminó sacándose una foto con él. “Mirá si consigo lo mismo…”, se ilusiona. No podrá ser. El plantel argentino hizo pie en Belo Horizonte y sin pasar por el hall del aeropuerto Tancredo Neves enfiló hacia la concentración de Cidade de Galo. El puñado de hinchas embanderados se quedó con las ganas. La multitud de curiosos también.
Cuenta Héctor que vive en Brasil hace 20 años. Es salteño. Y apenas se entera de que el cronista es de LG Deportiva chicanea: “¿tucumano? ¡Cuiden las billeteras!” Hay muchas risas, a las que se acopla su sobrino, Sebastián. “A la Argentina ya no vuelvo”, confiesa Héctor, dueño de una empresa que arregla compresores. Le hubiera gustado conseguir una entrada, pero se durmió a la hora de comprar el ticket vía Internet.
“No importa. A los partidos voy a verlos en mi taller, con pantalla gigante y tomando buen vino salteño”, anticipa.
Cerquita circula un matrimonio cordobés. Son los Soriano, Juan y Cristina. Él trabaja en la sucursal mineira de Iveco. Instalados en Belo Horizonte desde hace seis años, reniegan a la distancia por la inseguridad que azota su inolvidable barrio cordobés. “Pero yo tengo ganas de pegar la vuelta”, dice Cristina por lo bajo. Ambos lucen flamantes camisetas de la Selección. Una feliz pareja de cincuentones.
A todo esto, ¿dónde está la Selección? “Por cuestiones de seguridad la delegación abordará un micro en la pista para dirigirse a la concentración”, informa una dama de armas llevar con la que no conviene enojarse. Las selfies que fueron tuiteando los jugadores los muestran bien trajeados y alegres. Sentirán el cariño de otros hinchas, los que escogieron la puerta de la concentración para recibirlos.
Mientras, la estrella del momento se llama Julián Barbari. Sus 15 minutos de fama warholiana se los ganó gracias a un cartel que arenga “¡o juremos con gloria morir!”. La cruz que armó con el nombre de Messi es pasto de camarógrafos y celulares.
“Soy de Parque Chacabuco, llegué ayer -apunta-. Si un Mundial se juega en Brasil, ¿cómo no vamos a venir? En mi trabajo avisé: durante el Mundial no estoy”.
Del arte se vive
Hay dos bonaerenses abocados a la tarea de hacer malabares en los semáforos: Rodrigo Junqueira (de Balcarce) y Joaquín Gusso (de Los Toldos, la patria chica de Eva Perón). Llegaron a dedo, vía Uruguay, en un periplo que lleva ocho meses. Rápidos para los mandados, los muchachos se acercan a Florencia Zaccagnino y Juliana Galbis. Ellas se conocieron este verano, mientras trabajaban en Florianópolis, y aquí están. Florencia es porteña y de Boca. Juliana es colombiana, de la ciudad de Armenia. Ninguno tiene entradas, así que convergerán en el Fan Press, un espacio en el gigantesco centro de convenciones de Expominas donde los partidos se verán en pantalla grande.
Amor global
Atención: no todas las camisetas albicelestes están enfundadas en cuerpos argentinos. Lucas dice que es fanático de la albiceleste y de Vasco da Gama. ¿Por qué? “Me encanta su fútbol”, resume. Su amigo, Cristian, canta con la misma pasión que se escucha en La Ciudadela o en el Monumental. “Y qué es para vos Argentina”. “Y… amor”, sintetiza. Y hay más: está Jessica, quien suspira cada vez que le nombran a Messi, y Clayton, que le saca fotos a quien escucha hablando en español. No vieron a sus ídolos, pero se comprometieron a asistir mañana a la práctica abierta que la Selección realizará en el estadio de Atlético Mineiro. La felicidad cuesta.