La redistribución del ingreso fiscal es cada vez más inequitativa en la Argentina. En esa línea, Rogelio Frigerio (n) argumenta que el Gobierno se queda con tres de cada cuatro pesos que se recaudan, pese a que transfirió casi todos los servicios esenciales a las provincias. “En ese marco, es imposible hablar de federalismo fiscal”, dice el ex secretario de Programación Económica y Regional de la Nación, hoy presidente del Banco Ciudad de Buenos Aires. En una charla con LA GACETA, luego de exponer en el Precoloquio de IDEA, Frigerio señala que, frente a los problemas económicos, el Gobierno nacional actúa más por miedo que por convicción, sin una clara hora de ruta.

-¿Por qué cree que la relación fiscal entre la Nación y las provincias se acotó a acuerdos financieros de tan sólo tres meses?

-Eso no sirve. Genera una mayor dependencia que claramente atenta contra el federalismo. Lo lógico sería apuntar hacia una solución de largo plazo para el endeudamiento de las provincias. El Gobierno, después del default hizo una quita, un canje de deudas y hasta usó las reservas para pagar los servicios de la deuda. Ahora obliga a las provincias a ir permanentemente a la Casa Rosada a negociar en términos nunca ventajosos. Y esto se debe a la necesidad de tener bajo control a las provincias, más aún para una gestión que se le está cerrando el ciclo. Entonces todo eso incita a tener condicionalidades cada vez más cortas, hoy de tres meses.

-Pero las provincias siguen teniendo dificultades financieras...

-La Nación se queda con tres de cada cuatro pesos que se recaudan y ya no tiene bajo su control los servicios esenciales para la sociedad, como son la salud, la educación, la seguridad y la justicia. Todo eso hoy está en manos de las provincias. En otros términos, uno de cada cuatro pesos tienen que ser divididos en 24 pedacitos, entre las 23 provincias y la Ciudad de Buenos Aires. Evidentemente, las posibilidades de brindar a los ciudadanos servicios y bienes de calidad resultan imposibles en esas condiciones, en este marco de “federalismo fiscal” tan deteriorado.

-¿Por dónde pasa la solución?

-Hay que pasar de una visión cortoplacista, que se termina en la próxima elección, a otra de más largo plazo. De tal manera que, de una buena vez por todas, se discutan en serio los temas más postergados de la agenda de discusión política de la Argentina.

-¿Cómo observa el desenvolvimiento que está teniendo la economía nacional?

-La economía va a los tumbos. La gestión de gobierno es como aquel GPS que se la pasa, a cada momento, recalculando. Primero dijeron que no iban a devaluar y luego lo hicieron. Afirmaron que no iban a subir los servicios y terminaron retocando las tarifas. Después señalaron que no tocarían las tasas de interés y el Banco Central, obligado por la crisis cambiaria, lo hizo. No hay una hoja de ruta y es difícil que, así, se maneje una política económica.

-¿Cuáles deberían ser las claves para elaborar un modelo económico nacional?

- La responsabilidad primera es de la política; la economía está subordinada a ella. El principal problema que tiene la política y, por ende, la economía, es la falta y la pérdida de confianza. La política debe dar señales de recuperar eso porque, de otro modo, ninguna política económica que se diseñe tendrá éxito sin ese atributo, si no hay confianza entre los ciudadanos y los hacedores de política. También hay que empezar a decir la verdad, no un poco más de la verdad, sino la verdad en serio. Decir cuánto es la inflación, el nivel de actividad y, el tema que más preocupa, el empleo o desempleo.

-¿A la actual gestión le queda margen para hacerlo?

-Falta un año y medio de gestión. Ojalá lo puedan y empiecen a hacerlo. Un país que tiene niveles elevados de pobreza y de indigencia merece un gobierno que se ocupe de los problemas y que no estemos paralizados un año y medio a la espera de lo que pueda hacer la otra administración. El actual gobierno reacciona o aplica una política económica no por convicción, sino por miedo. Cuando teme es un poco más conservador o sensato que cuando se le pasa el miedo y vuelve a las andadas. Con el miedo que le provocó la pérdida de reservas por U$S 3.000 millones durante un mes, el gobierno le dio más espacio a la ala sensata -si se quiere- de la política económica que está en el Banco Central. Pero después de más de 100 días de pax cambiaria se volvió a envalentonar y el sistema económico crujió. Hoy no le podemos echar la culpa a nadie. La Argentina tiene una condición económica externa favorable. En la medida que se mantenga la política económica actual, será cada vez más difícil revertir el proceso de recesión con inflación en el que estamos inmersos.