La Sodería cumple 20 años construyendo cultura en Villa 9 de Julio, y lo está festejando con un mes lleno de espectáculos. Esta noche será especial, ya que en la sala de Juan Posse 1.141 se presentará un libro en el que sintetizan las dos décadas de labor y dejan registrado en imágenes mucho de lo hecho.
Como no puede ser de otra manera, no habrá un acto formal, sino una fiesta espectacular, con la intervención musical de Laurel Bertini y Cecilia Villafañe y la actuación de la clown Vanesa Neumann. Pero también habrá un tiempo para la reflexión, con las miradas de Gabriela Borgna y de Verónica Pérez Luna, nacidas de dos lugares diferentes: la primera, desde lo externo, y la restante, desde su experiencia de haber sido parte de este espacio varios años.
“En este momento se continúan construyendo raíces de la misma raíz que viene creciendo desde hace dos décadas”, sostuvo a LA GACETA Teresita Guardia, impulsora de este espacio cultural.
- ¿De entrada pensaron una sala de teatro?
- No. Surgimos en 1994, cuando se estaban cerrando varios teatros, como las salas de Nuestro Teatro, el Armando Discépolo o de la Asociación Argentina de Actores. En ese año gobernaba Antonio Bussi; eran tiempos más que difíciles, duros, de dolor y de horror, en los que generar un proyecto independiente tenía múltiples interpretaciones. Se fue haciendo sala de teatro por el uso y costumbre de los artistas, que pedían el espacio y así se construyó un público. Hoy convoca a distintas disciplinas y es un lugar de los creadores tucumanos.
- ¿Cómo impactaron estos 20 años en sus propuestas?
- Nuestra concepción también cambió en este tiempo, nos damos cuenta cuando viene gente de afuera, como un grupo de Chiapas que llegó el año pasado. Ellos sienten este lugar como parte de su mismo suelo. Es la poética que se construye con los muros, con los pisos que no están, con lo que falta de una casa en ruinas y que lleva adelante el arte. Aquí se respira poesía que contagia, despierta y excede el espacio, y es disparador de múltiples lecturas y fantasías.
- ¿Qué importancia tiene abrir el lugar a otras experiencias?
- La Sodería se mantiene básicamente por el sólido apoyo de muchos artistas, es lo que permite seguir adelante porque es un proyecto de muchos, no sólo de nosotros. Nosotros la administramos, pero la parte artística es de todos los que lo ocupan. Es conocida desde distintos lugares de América Latina y nos visitaron de Perú, Brasil, Bolivia, Ecuador. Somos parte del mapa teatral latinoamericano, e integramos un circuito con salas hermanas de distintas provincias y países. Pero es complicado crear un circuito en el NOA cuando no hay una gestión totalmente independiente, que trabaja porque cree en el proyecto.
- ¿Cómo es tu relación con el Estado?
- El Estado no está teniendo ninguna política de fomento o de promoción de la actividad independiente. Los funcionarios no generan más presupuesto, pese a que sólo deben poner la firma en la reglamentación de leyes; por ejemplo, hay cinco normas relacionadas con la cultura tucumana que no se cumplen porque no están reglamentadas. Tucumán es una usina, con gran cantidad de salas y actividad; hace tiempo hicimos un mapa de la capital en el que registramos seis salas oficiales y 23 espacios independientes de arte escénico, seis de plástica y muchos de músicos que buscan donde pueden tocar. Sería un gran filón turístico hacer una ruta del arte tucumano alternativo.
- Ustedes están fuera del circuito céntrico. ¿Es difícil convocar al público?
- Al principio fue muy difícil, pero el público tucumano es muy bueno, busca y va, y eso no se repite en el NOA. Hay una tradición de 150 años de teatro independiente, que fue sostenido por el público. Además, hay que reconocer el empujoncito de las leyes provincial y nacional del teatro, por más rengas y de cumplimiento parcial que sean.