La persona que se lo llevó no sólo privó a Duilio Fernández de crecer junto a sus padres y sus hermanos, también destruyó una familia completa. Desde el 1 de enero de 1996, la mamá y el papá de ese niño de tres años no encuentran paz. La triste historia de esa familia se repite en varias casas de Tucumán, puertas adentro, donde el dolor y la ausencia injustificada oscurecen los días.
¿Cómo se vive después de una experiencia como esa? No se vive, se sobrevive. “Te cambia todo desde el primer momento porque abandonás a tus otros hijos para buscar al que te falta. Te tenés que transformar en detective, no importa de dónde salga la plata, abandonás tu trabajo porque, o tenés trabajo, o buscás a tu hijo”, responde Leonor Peralta.
La mujer tenía 26 años cuando le arrebataron al menor de sus tres hijos. Compartían una tarde de verano en familia, en la zona de El Timbó, cuando Duilio se acercó a un vendedor ambulante para comprar un helado. En ese instante se desató una tormenta y la gente comenzó a correr. Leonor y su esposo, Mario Fernández, se enfrentaron a empujones con la multitud para buscar a su hijo. Pero no lo volvieron a ver más. “Lo buscamos sin parar durante dos días”, recuerda Mario con una angustia que lleva 18 años en su pecho, pero que duele como aquella tarde de verano.
La familia se desmoronó en aquel abrir y cerrar de ojos. “Mis hijos tenían miedo de que los roben, cada vez que escuchaban pasar al heladero corrían a esconderse debajo de la cama”, cuenta Leonor. Ella y su esposo se dedicaron por completo, desde entonces, a buscar al pequeño Duilio. “Dejábamos a los chicos en la casa de algún pariente y nos íbamos a buscarlo, a donde sea. Era muy triste cuando volvíamos y los chicos nos preguntaban si ya habíamos traído de vuelta al hermanito”, agrega.
Un cuerpo de otro niño
Leonor lo recuerda con una exactitud matemática: 108 días después de la desaparición de Duilio les comunicaron que habían encontrado sus restos. Ante la negación de la mujer, que insistía en que ese no era su hijo y se resistía a participar de la ceremonia, la familia lo veló y lo sepultó. Un año más tarde, la corazonada de la mamá se confirmó. “Nos avisaron que habían hecho un estudio genético y que los restos no pertenecían a mi hijo”, relata la mujer. “Lo que más lamento -agrega- es que perdimos un año entero de búsqueda”.
Entonces el matrimonio retomó la peregrinación. Volvieron a imprimir afiches con el rostro de Duilio y los pegaron en un sinfín de lugares, dentro y fuera de la Argentina. “El Estado no lo buscó más, fuimos nosotros los que seguimos cada pista y le acercamos los datos a la Justicia”, sostiene Mario.
Cada llamado que recibían era esperanzador. Sin embargo, jamás dieron con Duilio. “Nos llevaron a ver un montón de chicos, pero nunca era él”, rememora su papá. Pese a 18 años de fracasos, ahora investigan la posibilidad de que -finalmente- hayan dado con su hijo.
Con los ojos en EE.UU.
La familia se presentó en tribunales en noviembre del año pasado. Los recibió el fiscal Washington Navarro Dávila, quien asumió el compromiso de investigar la nueva pista que llevaban Mario y Leonor: Duilio podría estar en Estados Unidos. Una mujer que lo reconoció se comunicó con el matrimonio desde ese país del norte y les envió datos sobre el paradero del supuesto Duilio.
Acostumbrados a las decepciones, Mario y Leonor manejaron la información con cautela. Romina, la única hija mujer del matrimonio, se hizo cargo esta vez de la investigación y pasó tres días y tres noches sentada frente a la computadora. El nudo en el estómago se hacía cada vez más fuerte a medida que confirmaban los datos acercados por la mujer estadounidense. “Felicidades, encontraste a tu hermano”, le escribió esa persona a través de Facebook.
Romina le envió una solicitud de amistad, a través de esa red social, a un tal “David”. Desde Estados Unidos, el joven la aceptó y comenzaron a chatear. “Averigüé muchas cosas y hay tantas coincidencias... no tiene padre, no tiene una sola foto de niño porque un novio que tenía su mamá las quemó todas, vivió en diferentes lugares, lo educaron en la casa, no fue a la escuela. A veces me dan ganas de decirle ‘mirá, tal vez seas mi hermano’. Pero no me dejan porque tal vez damos un paso atrás”, cuenta la joven.
El fiscal Navarro Dávila envió una foto de Duilio a Buenos Aires para que envejecieran su rostro y lo comparasen con el de “David”. “Pero la hicieron mal, la hicieron con la de mi otro hermanito, así que estamos esperando otra vez”, agrega Romina. Ese error vuelve a decepcionar a la familia. “Ya pasaron seis meses, siempre nos reciben muy bien los fiscales, pero los tiempos de ellos no son los de uno”, critica Mario.
Mientras se embarcan en una nueva espera (¡otra más!), Leonor no hace más que pensar en ese niñito de tres años, hoy transformado en un hombre. “A mi hijo lo sacaron a los tres años de su núcleo familiar, le robaron la identidad, todo. Yo siempre dije que mi hijo está con vida. Dónde, no sé. Ahora con este dato del chico en Estados Unidos se me vuelven tantas cosas a la mente y quiero hacer todo ya. Hasta quise pagar un investigador privado allá, pero el fiscal me dice que eso no sirve”, confiesa. Y vuelve a contar los días.
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