En junio de 1935, el arqueólogo salteño Blas Las Casas visitó el Museo Etnológico de la Universidad Nacional de Tucumán para mantener una reunión con sus autoridades con el propósito de emprender una investigación conjunta y lograr que nuestra provincia secunde el trabajo que él venía realizando en la vecina del norte, donde poco tiempo antes había descubierto en la zona de Alemanía restos de piezas pertenecientes a la civilización diaguita-calchaquí y que eran, por tanto, de fundamental importancia para el estudio de esta cultura.

Los “cacharros de factura indígena y al parecer de antiquísima construcción”, como presentó Las Casas a las 20 piezas de barro cocido (en su mayoría utensilios de uso doméstico) que desenterró en Alemanía, tenían un gran valor artístico y documental. Fue esto lo que causó interés en los profesores y científicos que formaban en ese entonces la dirección del Museo, quienes le ofrecieron a Las Casas unirse a la misión de seguir descubriendo restos y analizar cuidadosamente las piezas encontradas.

Para que pudieran evaluar los descubrimientos in situ, un grupo de especialistas en etnología y arqueología de la UNT, dirigidos por el Dr. Metraux, emprendieron la organización de un viaje de estudios a Salta, donde los esperaría Las Casas.