Pompeyo Audivert habla pausado y elige con extremo cuidado cada palabra que va a decir, sabedor del impacto que tienen las ideas puestas en letras. Sobre el escenario es furia, energía, ritmo; debajo de él, esa fuerza se contiene y se comprime en las frases para explicar su filosofía sobre el teatro.
El reconocido actor, profesor y director está dictando su seminario “La máquina teatral”, en el contexto de los 30 años de la carrera de Teatro de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán. Sus vínculos con la provincia son fuertes, ya que tiene parientes que visita frecuentemente e incluso vivió un año aquí, en 1975. Además, su abuelo (homónimo), un premiado grabadista, integró el plantel docente del entonces Instituto Superior de Arte de la UNT, embrión de la actual Facultad, invitado por Lino Enea Spilimbergo.
- ¿Cómo describirías su propuesta artística?
- Propongo un teatro no representativo, que no sea un teatro espejo, sino uno que signifique un piedrazo en ese espejo. Estamos contra la servidumbre del teatro espejo, porque la realidad histórica está en crisis, está moribunda y no merece ser representada en una forma lineal, ya que no tiene ninguna aventura poética, artística o expresiva.
- Tus puestas tienen un fuerte soporte político.
- Nuestro teatro no es discursivo político sobre el escenario, que critica la realidad hablando en contra de ella sobre un escenario. La mejor manera de hacerlo es mostrar esa potente realidad que nos rodea desde un enfoque poetizante de la forma de producción artística. El teatro es un arte peligroso porque es social, y por eso fue domesticado en muchas circunstancias. Lo político y lo revolucionario en lo artístico son las formas de producción poetizante y no los textos que se digan, por más de izquierda que sean, porque terminan siendo reaccionarios si se producen con las herramientas y dinámicas burguesas.
- ¿También se domesticó al teatro independiente?
- No, por suerte. Hay una fuerza militante y activa que logró escapar de ese control en los grupos independientes y marginales, más allá de que algunas de ellas sea una antesala de la posible captura y control. Pero el peligro existe, aunque mantenga una vitalidad lúcida y militante, que viene del pasado histórico.
- ¿Uno de esos peligros es el otorgamiento de subsidios estatales?
- Los subsidios que da el Estado no son tan elevados como para producir un aburguesamiento, sino que apenas alcanza para cubrir cuestiones básicas existenciales. En la Argentina, en la mente de los artistas no está ganar plata con el teatro. En España, los subsidios eran muy grandes y se producía en forma crónica sólo para cobrarlos.
- Tu propuesta es provocativa también hacia el público...
- Cuando una obra se produce desde nuestra perspectiva y logra una organicidad, cuando es creada desde el corazón, aparece una zona de acuerdo y de identificación del espectador, que la asume como propia, la defiende y la valida.
- ¿Qué es la máquina teatral?
- Es un procedimiento técnico artístico que fuimos desarrollando en los últimos 20 años en el Estudio El Cuervo, destinado a producir en los actores un enfoque poetizante de las formas de actuación y de producción escénicas. Sus reglas se establecen sobre el cuerpo del actor, la composición espacial de la puesta en escena y la forma de asociar de la palabra. Hay una gran necesidad, una gran sed de abrirse a una visión poética del hombre.
- En las artes plásticas te dedicás al grabado, al igual que tu abuelo.
- Está integrado a mí desde el nacimiento, la cuestión de la imagen siempre fue una zona de particular atención. Tanto el grabado como el teatro son artes dirigidos a la multiplicación. No hay una versión original, sino una cantidad de representaciones o de reproducciones que se hicieron.