Está orgulloso y se siente eterno. No tiene problemas en reconocer lo mucho que le ha costado dejar su tierra para transitar un camino arduo y denso; pero tampoco se siente abatido. Más bien todo lo contrario: ha encontrado por fin su lugar en el mundo. Y ese lugar es nada menos que Nueva York. “Sé que mis raíces me siguen esperando en un surco, en un paisaje o en algún poema”, señala el cantante tucumano Gonzalo Llanes Mena.

Radicado en Buenos Aires desde hace un tiempo, el joven intérprete -que también es abogado- se convirtió en el primer tucumano en ingresar por concurso a la prestigiosa Manhattan School of Music. La escuela, ubicada en el corazón de la Gran Manzana, tiene actualmente 900 alumnos provenientes de 40 países. No hay ningún argentino en carrera, pero sí un profesor: Jorge Parodi, director artístico de la Opera Hispánica, con quien Llanes Mena tomó clases como parte de su preparación para la audición.

- ¿Cómo surgió la posibilidad de entrar a la escuela?

- Desde hace un tiempo que estaba en mis planes, y el año pasado cuando viajé a Nueva York por iniciativa del maestro Zaraspe para tomar clases y cantar en el Consulado Argentino, pude conocer la institución. Fue tal el impacto que me produjo que en ningún momento dudé en continuar mis estudios allí. Mandé la aplicación vía internet, luego me invitaron a una audición en vivo y finalmente me notificaron que había sido admitido.

- ¿Fue ardua la selección?

- Se presentaron 3.000 postulantes de 40 países. En la primera etapa de preselección (con videos) se realiza un importante filtro. Y la segunda etapa son las audiciones en vivo. El día que yo audicioné me sorprendí al ver que competía con italianos, japoneses, estadounidenses y españoles, todos de muy buen nivel.

- ¿Cómo te preparaste?

-Elegí el repertorio cuidadosamente y lo estudié con mis maestros en Buenos Aires, Gustavo López Manzitti y Susana Cardonett. Por otro lado, me preparé para rendir el Toefl (examen de inglés) con una profesora particular. No sólo se evaluó el talento y la experiencia musical, sino también las capacidades intelectuales y habilidades sociales.

- Vos comenzaste en la música desde muy pequeño. Hiciste desde folclore hasta música religiosa. ¿Cómo fue tu desembarco en la lírica?

- Fue cuando vine a Buenos Aires en 2012, a estudiar en forma sistemática. Pero, antes, en 2009, cuando estaba en el teatro San Martín participando de un congreso de Derecho Constitucional, pude presenciar el ensayo de la ópera, “Un ballo in maschera” de Verdi y me quedé impresionado. Eso marcó un antes y un después, porque nunca en mi vida había escuchado en vivo un tenor de la talla de Luis Lima, que era el protagonista. A partir de ahí y gracias al apoyo de mi familia comencé a plantearme el tema de la lírica. Estaba en cuarto año de Derecho y tocaba el oboe en la Orquesta Juvenil de la UNT. Pero ese ensayo en el San Martín no se borraba de mi mente.

- ¿Cómo conciliás tu faceta de intérprete con la de abogado?

- Desde que vivo en Buenos Aires pude conciliarlas en forma armónica. Y, a pesar de que son celosas, se pusieron de acuerdo y se terminaron llevando muy bien. Parafraseando al Cuchi Leguizamón -que también era abogado-, digo que en este tiempo la música no me alcanzó para vivir, pero me hizo vivir. Con el Derecho tuve un romance, pero mi gran amor es la música.

- Y... ¿qué es la música?

- La música es el lenguaje universal por excelencia. Para mí, es una pasión, un estilo de vida. Es como suenan los sentimientos, demostrando que el amor existe; que las penas vienen y se van; que a la tierra se la quiere y muchas veces se la añora; que nuestras raíces nos siguen esperando en un surco, en un paisaje, o en algún poema anónimo; que pese a tanto vértigo, tanto cambio, la esencia del hombre no se altera: se mantiene de pie. Decía Víctor Hugo, el gran escritor francés, que “la música expresa todo aquello que no puede decirse con palabras y no puede quedarse en silencio”.

- ¿La música terminará devorando al Derecho entonces?

- Lo devoró hace ya bastante... Y el Derecho no quiso ejercer la defensa propia. Eso sí, la música está cumpliendo la pena con mucha alegría.

- ¿Sos un artista de amplio espectro?

- La experiencia que tuve es diversa. Comencé de chico tocando la flauta dulce en el grupo “Aulos” dirigido por José Luis Conde, interpretando música académica y folclórica. Luego creamos con mis dos hermanos un grupo folclórico en el cual cantaba e interpretaba la guitarra, el piano, el charango y el bombo legüero. Fui percusionista en una banda que hace rock de los años 60’ y 70’, “La máquina del tiempo”, y en el grupo vocal “Cantoamérica”, con el cual hicimos boleros, cumbia colombiana, sambas, bossa nova y joropos venezolanos. Canté tangos y valses desde siempre en recitales con mis hermanos. Con mi papá interpretamos a Los Beatles y a los Bee Gees. Y con mi mamá al Grupo Promusica de Rosario con sus canciones infantiles. A su vez, hice estudios de piano y oboe en el Conservatorio de Música y de Dirección Coral en el Instituto Superior de Música de la UNT. Durante cinco años fui organista en la Basílica Nuestra Señora de la Merced. Sin embargo, no me considero un músico exclusivamente académico. El gusto por la ópera empezó recién a los 21 años. Pero creo que está claro que, como dije antes, mi gran amor es la música.

- ¿Qué esperás encontrar en Nueva York?

- En lo que respecta a la ópera, Nueva York es uno de los principales centros del mundo. En el Metropolitan Opera de Nueva York esta temporada se montan 26 títulos de ópera. Excepto los domingos, hay ópera todos los días de la semana y los sábados en doble turno. En sólo veinte días que estuve en el mes de marzo pude ver seis óperas en las que cantaron, entre otros, Plácido Domingo, Jonas Kaufmann y Susan Graham. Por eso, concretamente, lo que busco es la continuidad y el perfeccionamiento de mi carrera musical allí.

- ¿Cómo te ves dentro de 10 años?

- Hay una frase que dice “si lo quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”. Creo que al futuro uno lo construye, pero el destino ya está escrito. Y una de las cosas más lindas de la vida es justamente no saber qué es lo que pasará ni en los próximos diez minutos. Si supiésemos, creo que sería muy aburrida nuestra existencia. Mi sueño es que mi andar en la música no se detenga por nada del mundo.