Las moscas andan rondando por su cocina. María Carrizo las corre con las manos. No demuestra sentir repugnancia. Tal vez porque, de tanto vivir al lado de la basura, el olor a podrido se adueñó de su nariz. Estamos en el segundo basural más importante de Concepción. El primero es el formal (adonde los camiones municipales llevan las bolsas que retiran a diario de las casas de los vecinos) y este es un gran vaciadero clandestino. Para llegar, hemos tenido que recorrer unos tres kilómetros por la ruta 65, que conduce a Alpachiri.
Contener las arcadas es una tarea imposible en este predio de unos 3.000 metros cuadrados. Su cercanía con el río representa un grave peligro. Los desperdicios están ahí, desparramados a muy pocos metros del curso de agua. Hay desde trozos de árboles recién cortados hasta animales muertos, pasando por pañales, botellas, ropa en desuso, autopartes, escombros y restos de alimentos. Es evidente, además, que algunas carnicerías y verdulerías arrojan sus desperdicios allí.
Cuentan los vecinos del basural, que habitan en el barrio Los Vallejos, que cada madrugada van camionetas cargadas a dejar la basura en el lugar. “No dejo que mis hijos ni siquiera se acerquen al vaciadero. Hay hasta jeringas usadas”, resalta María, madre de dos chicos menores. Su vida, según dice, se ha convertido en un verdadero padecimiento. Antes salía a caminar. Pero últimamente, si lo hace, termina descompuesta.
María eligió vivir allí hace varios años. Su casa estaba rodeada por un inmejorable paisaje de montañas. Sólo se escuchaban los sonidos de los pájaros y del agua que corre por el río. Todo era muy lindo. Hasta que empezaron a escuchar los ruidos de las camionetas que van a descargar la basura.
“Es un verdadero padecimiento”, repite. Además del mal olor y de la degradación estética, la acumulación de basura tiene otros efectos concretos: es un peligro para la salud.
La última carta
Los vecinos han hecho denuncias una y otra vez. Pidieron limpieza y vigilancia permanente para ahuyentar a los que ilegalmente tiran sus residuos en el predio. Las autoridades aseguran que ya intentaron de todo. Les queda, dicen, la última carta: convertir ese peligroso basural en un bosque.
Al comienzo, el anuncio suena insólito. Rubén Esteban Quinteros se encarga de aclarar por qué no lo es. Este funcionario de 33 años es ingeniero industrial y está al frente la Dirección de Medio Ambiente de Concepción. Dice que desde que llegó a esa oficina, hace dos años, está buscando cómo eliminar ese basural clandestino que amenaza al río Chirimayo.
Al comienzo mandó inspectores. “El problema es que resulta muy difícil identificar a los transgresores. Hicimos trabajos casi de detectives y, revolviendo entre la basura, encontramos algunos responsables”, detalla. Durante todo el año pasado, la repartición hizo un total de 100 multas a infractores que arrojaron desperdicios en vaciaderos clandestinos.
Todo bien hasta ahí. Pero el basural de la ruta 65 no desaparecía. Entonces, vino la idea: “¿Y si plantamos árboles?”, se preguntó Quinteros. Ya juntaron unos 120 árboles que serán ubicados en el predio en los próximos días. La propuesta se extenderá también a otros microbasurales que tiene la ciudad, muchos de los cuales se encuentran en el parque de la Joven Argentina (ubicado en el extremo norte de Concepción, a la vera del río Gastona).
En todos los casos, según detalla el director de Medio Ambiente, se forestará con árboles autóctonos; principalmente se plantarán lapachos y jacarandaes.
“El primer paso es hacer un gran limpieza de los basurales y preparación del suelo. Tenemos fe de que los árboles sacarán los residuos para siempre. La idea es que cuando la gente vea un bosque bien cuidado, se frene y tome conciencia. En el caso de la ruta 65, mejorar ese espacio es muy importante no sólo porque los desperdicios son un riesgo para el río, sino también desde el punto de vista turístico”, insistió el funcionario.
La generación de microbasurales es una cuestión cultural, sostiene Quinteros. Aunque reconoce el papel del Estado. Si hay una buena gestión de residuos sólidos urbanos, es menos probable que haya carros levantando basura de las casas y tirándolas en cualquier parte.
“Comenzamos por mejorar la recolección. Los camiones pasan a diario por todas las casas de Concepción en dos horarios distintos, según la zona”, describe el funcionario. Además se crearon 60 puntos ecológicos con contenedores en los que los vecinos pueden arrojar la basura.
La “Perla del Sur” genera 55 toneladas de basura por día. Eso es casi un kilo por habitante. El destino de los desechos fue y sigue siendo un problema para la ciudad sureña. Ahora, las bolsas viajan en camión hasta un predio ubicado al este de la ciudad. No hay separación ni tratamiento de residuos. Es algo que por el momento parece no importar demasiado a los vecinos. Hasta que alguno de ellos, como le pasó a María Carrizo, se levanta una mañana descompuesto por el olor a podrido de un basural que se ha formado a metros de su casa.