Con un movimiento ondulante, el cuerpo rodea al tubo metálico, brillante, que refleja la piel, esa misma que luego se adherirá a su superficie. Así danzarán juntos, sensuales, gracias a la determinación y a la falta de complejos. Porque para subirse al caño -según indican aquellos que lo hacen a diario-, mujeres y hombres deben aceptarse a sí mismos y conocerse, para soportar su propio peso. Y si el pecho está recargado, al igual que la cabeza, los pies no podrán elevarse para señalar el cielo. No requiere una condición física especial, aseguran. Todos pueden hacerlo.

El Pole Dance es un entrenamiento que en Tucumán ya ha tomado vuelo. Se trata de un baile que utiliza como elemento principal a un poste o caño vertical sobre el cual el alumno realiza como una actuación y forma figuras en lo alto, con ascensos, giros e inversión. Tres gimnasios locales tienen sus turnos repletos de personas que por diferentes motivos quieren tornear sus cuerpos, divertirse y recuperar lo perdido. Algunas de ellas desean volver a sentirse femeninas, deseadas, seguras. Ellos buscan manejar su densidad y probar su equilibrio. Mente por un lado, y cuerpo por el otro. Dos necesidades bien expuestas en cada clase del famoso baile del caño, al que en Argentina Marcelo Tinelli le dio exposición mediática en Bailando por un Sueño. Pero actualmente, lejos de su pasado asociado al ámbito de los clubes de striptease, el Pole Dance es considerado como un deporte y está siendo analizado para que ingrese en las próximas olimpíadas que se realizarán en Río de Janeiro en 2016.

Cecilia Chipulina es licenciada en Relaciones Internacionales y profesora de Yoga, y se sube al caño como cualquiera lo haría a una escalera. Parece fácil, pero la también instructora de Pole Dance aclara que en la primera clase el desánimo es común. Cuesta subirse y los moretones y el dolor aparecen con frecuencia. Pero comenta que al otro día todos vuelven con igual entusiasmo. “Es considerado un deporte de riesgo, como las acrobacias en tela. Por ello hacemos mucho hincapié en que la técnica sea impecable. No queremos que salgan con lesiones en las muñecas, por ejemplo. El trabajo muscular es grande, pero no te das cuenta. Y los resultados se ven en poco tiempo”, cuenta Chipulina, que con Stella Maris Almirón son dueñas de Sirké, un gimnasio donde se practica este tipo de entrenamiento.

El baile del caño incorpora también movimientos de diferentes disciplinas: gimnasia, ballet, danza, yoga y una buena clase -afirma Almirón- quema alrededor de 250 calorías, dependiendo del peso de la persona y su propio metabolismo. “Ofrece el mismo resultado que una clase intensiva de gym: trabajás los brazos y los tonificás, al igual que la cara interna de los muslos, piernas y abdomen, dando lugar a un núcleo interior sólido y estable; mejorás la postura y tu flexibilidad. Además les da a las mujeres un sentimiento especial de confianza y de euforia por la liberación intensa de endorfinas”, explica Almirón, que también es bailarina de danza clásica.

Pero no todo son acrobacias en lo alto de los caños, que se distribuyen sobre un piso de madera, frente a un gran panel espejado. Cuando los pies ya en tacones pisan el suelo, una coreografía acompañada por cualquier género musical hace que esas mujeres se vean más sensuales que nunca. Muestran la piel, porque este deporte necesita de ella: el cuerpo debe adherirse al caño y la piel es el mejor adherente. Por ello, las cremas o aceites están prohibidos, y una calza corta y un top completan el outfit apropiado. Ahora se liberan, y empieza la coreografía. Ahí no importan la edad ni la contextura física, sólo hay que tener disciplina y ganas para desarrollar la feminidad.

En otros gimnasios no hay baile en los entrenamientos de esta tendencia del fitness mundial (hay competencias nacionales e internacionales). Marcela Molina, entrenadora de Centro de Entrenamiento Inteligente, centra sus clases personalizadas en la aplicación deportiva. “Es un entrenamiento saludable porque no tiene impacto. Además, no aumentás volumen, porque trabajás con tu propio peso; esa es la clave. Cualquiera puede hacerlo, sólo necesitan el apto médico de que no tienen ninguna lesión o enfermedad. Se asemeja un poco más a la gimnasia localizada que a una aeróbica”, explica Molina, que desde 2010 es instructora de Pole Dance. Ella resalta que hombres y mujeres corren con diferentes ventajas: ellos tienen más fuerza en el tren superior y ellas, más flexibilidad y enlongación para los trucos.

Artistas, atletas, amas de casa, profesionales, estudiantes... cada día el Pole Dance suma más adeptos, que vuelcan en sus disciplinas, o en su vida diaria los movimientos que aprenden sobre ese caño que se erige frente a ellos.

LA GACETA / Foto de Inés Quinteros Orio (Uso prohibido)
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