Sobre un suelo con fina arena de mar, y bajo un sol desapacible, Arturo sostiene en sus manos una tortuga. A su lado, otros niños de su tribu pasean, transpirados, con loros y catas sobres los hombros. Arturo tiene 11 años y nació en la aldea indígena Pataxó Imbiriba, uno de los 160 pueblos originarios que se conservan en Brasil. Con timidez, y sin soltar su mascota, el pequeño atiende a los turistas que visitan la aldea y les indica dónde pueden comprar las artesanías que venden las mujeres de la tribu. En la comunidad Pataxó, cuando nace un integrante, su familia le asigna un animal silvestre que lo acompañará durante su vida. Así, los niños aprenden a respetar la naturaleza y a cuidarla.
La tribu Pataxó sobrevive en una geografía paradisíaca, en el extremo sur del estado brasileño de Salvador de Bahía, al norte del país, y para vivir fabrican artesanías con coco y madera, que luego venden a los visitantes. Para esta tribu, la tierra representa más que un lugar para vivir. En 2012, la Corte Suprema de Justicia de Brasil anuló una serie de títulos de propiedad de terratenientes privados. Durante años, los Pataxó fueron obligados a vivir en otros territorios. El fallo de la Justicia les restituyó las tierras, tras una lucha que se había iniciado en 1982. Así, recuperaron su espacio, luego 30 años de espera.
Los turistas recorren el amplio refugio construido con troncos y paja, en la entrada de la aldea, sobre un camino de arena que conduce a la playa. Afuera, Arturo y el resto de los niños sonríen en las fotos de los turistas. "Qué significa la tierra para vos", le preguntamos al niño. "A terra y a natureza é tudo para nós, senhor", contestó.