LAS TERMAS, (De nuestro enviado especial, Carlos Werner).- Hay noches y noches. La del sábado fue “la” noche en Las Termas de Río Hondo. Horas antes de una jornada de finales para MotoGP, Moto2 y Moto3, la ciudad fue un laberinto de pasiones, un escenario variopinto con microclimas artísticos, una fiesta intensa con visitantes brasileños y chilenos a puro jolgorio, un encuentro a escape libre, una paleta de colores y de idiomas.
La plaza del Casino, la ruta 9, la Rivadavia (al frente de la corresponsalía de LA GACETA), entre otras arterias adyacentes, fueron centros nerviosos de un transitar incesante de turistas. Y, como una lógica consecuencia, cuando el centro se fue quedando sin lugares al tiempo de la cena, los negocios de calles y avenidas cercanas también fueron poniendo cartelitos de “completo”.
Estacionar fue una misión imposible. Y caminar, la mejor opción. O, mejor dicho, dejarse llevar por la multitud. A todos los convocaban los espectáculos espontáneos de artistas callejeros; algún número musical más preparado, como el del grupo Los de Colombres, tucumanos que se ganan la vida cantando y haciendo reír a la gente en bares y restaurantes; el tango con baile incluido, el jazz, también la cumbia; las promociones de bancos, medios de comunicación, casas de venta de alfajores y un sinfín de productos. Hubo ofertas de bebidas a menor costo, invitaciones a los boliches, promociones para comer platos típicos... A lo lejos, los sonidos casi apagados del show que se montó en el Fun Zone, que congregó a otras miles de personas y que cerró la banda de rock Catupecu Machu.
Y, como reinas de la noche, en cualquier rincón, ellas. Las motos. De todos los tamaños, cilindradas, colores y ruidos de caños de escape. Sus dueños, encantados con sus chiches, inflaban el pecho de orgullo cada vez que alguien les pedía una foto.
“No recuerdo si alguna vez Las Termas se vio tan llena de gente y de alegría. Es como si en esta ciudad todo flotara hoy”, dijo mitad filosófico, mitad nostálgico, don Mario, un termense de cuna que salió a ser testigo de “la” noche de la ciudad. Que se repita es el anhelo.