“Hace tanto calor, al que vosotros estáis más acostumbrados que el Papa”, destacó Juan Pablo II, en el primer y único encuentro que mantuvo con la feligresía de Tucumán, hace 27 años y que se extendió durante 105 minutos. La visita, que se concretó en un tórrido miércoles 8 de abril de 1987 -bajo un sol devastador-, convocó a una multitud al aeropuerto internacional Benjamín Matienzo, de Cevil Pozo.
Excesivo calor
“Yo tenía 18 años. Era un día de excesivo calor. Pero creo que toda la gente que se encontraba en el lugar parecía no percibir tan elevada temperatura. Valió la pena. Llegué a estar a 25 metros del papa y por Juan Pablo II estaba dispuesta a cualquier sacrificio”, contó Francisca “Charo” del Rosario Torres, de 45 años, de la Parroquia Sagrada Familia de Alderetes.
La visita papal calificada de “bendición divina”, por el entonces monseñor Horacio Bózzoli, arzobispo de Tucumán, convocó a una concurrencia estimada entre 50.000 (según LA GACETA y “La Razón”) y 140.000 personas (de acuerdo a la comisión organizadora). Pero expertos de la comitiva papal sostuvieron que hubo 130.000 feligreses.
“Muchos hablaron de 50.000 personas pero en realidad para mi hubo más de 80.000. A las cero del ocho de abril de aquel año, la gente sólo podía caminar desde el parque 9 de Julio hasta el aeropuerto y los enfermos y personas de edad eran trasladados en vehículos. La autopista estaba cubierta de gente, al mediodía, cuando el sol más calentaba”, describió Gustavo Albertus.
Lo concreto es que el disenso de cantidades fue generalizado. Incluso, algunos diarios de circulación nacional, como “La Nación” informaron que hubo entre 100.000 y 130.000 peregrinos; para “Clarín” fueron 80.000 y tanto para el “Diario Popular” como para “La Prensa” los cálculos no sobrepasaban los 70.000 fieles.
Hermosa y piadosa
Sin mencionar cifra alguna, el concepto más atinado y gráfico de la presencia papal, la proporcionó monseñor Bózzoli al calificar de “hermosa, multitudinaria y piadosa la recepción que brindó el pueblo tucumano al Sumo Pontífice”.
Al margen de los dispares cálculos, la multitud soportó estoicamente el calor y la vigilia, que alcanzó su cenit cuando el Tango-2 presidencial aterrizó, a las 16.23, en Cevil Pozo. A esa hora se registró la máxima temperatura de ese día: 33,5 grados con una sensación térmica superior a los 40 grados. Claro está que el alto porcentaje de humedad del 86% potenció la percepción térmica. Esa inusual conjunción provocó deshidrataciones en la mayoría del millar de asistentes, que fueron atendidos en el centro de alta complejidad en miniatura que se había instalado en el lugar. Pero también hubo accidentes cerebrovasculares, cardiopatías, heridas leves y hasta un shock alérgico; el 95% de los afectados eran mujeres. La seguridad estuvo a cargo de 700 efectivos de la Gendarmería Nacional junto a otros 500 hombres de la Policía provincial.
La visita de Juan Pablo II a la Argentina abarcó diez ciudades. En el lapso de 147 horas ofició seis misas y pronunció 23 discursos e igual número de homilías, dirigidas a distintos sectores de la sociedad.