Se define como la interrupción colectiva de la actividad laboral por parte de los trabajadores con el fin de reivindicar ciertas condiciones o manifestar una protesta. La huelga es una herramienta extrema y se produce cuando un conflicto se halla en un punto muerto porque las negociaciones entre las partes en pugna han fracasado. El derecho a huelga está contemplado en el Artículo 14 bis de la Constitución Nacional.

Ayer, una gran parte del país se paró como consecuencia de la huelga convocada por la Confederación General del Trabajo opositora, la Central Azul y Blanca y la Central de los Trabajadores Argentinos. Los sindicalistas dijeron que el paro representa “el reclamo de todos los trabajadores en contra de las medidas que viene tomando un Gobierno que no dialoga”. Entre otras cosas, se pidió una rebaja efectiva del Impuesto a las Ganancias, y se reclamó por la inseguridad y la inflación.

A la falta de transporte público de pasajeros (ómnibus urbanos, interurbanos y de larga distancia, trenes, aviones) se le sumaron los cortes de rutas de la Corriente Clasista y Combativa y de organizaciones políticas de izquierda, en rutas provinciales y nacionales. La adhesión del transporte público a la medida de fuerza impidió que trabajadores que quizás no estaban de acuerdo con la medida de fuerza pudieran llegar a su trabajo. Los piquetes en nuestra provincia se produjeron en las rutas nacionales 9, 38, 157 y en la provincial 315; estos como la mayoría en el resto del país se levantaron alrededor de las 13.

Mientras los huelguistas hablaron de una adhesión a la medida de protesta superior al 90%, el Gobierno nacional relativizó este porcentaje porque hubo un sector de la sociedad no se plegó. Tampoco es posible saber el nivel de consentimiento porque la paralización del transporte afectó a todos los trabajadores.

Así como la Constitución Nacional señala: “Queda garantizado a los gremios: concertar convenios colectivos de trabajo; recurrir a la conciliación y al arbitraje; el derecho de huelga”, el Artículo 14 prescribe que todos los habitantes gozan de los derechos de trabajar... de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino...”

Una medida de fuerza que apela a piquetes para coaccionar al ciudadano e impedirle la libre circulación y voluntad, se desvirtúa. Vivimos en una democracia, lo cual no significa que cada uno puede hacer lo que quiere, sino respetar al prójimo. Como bien se dice, el derecho de uno termina cuando comienza el del otro.

Tampoco se trata de un River-Boca, ni de festejar por quién le torció el brazo al otro. Es posible que una buena parte del pueblo argentino comparta los reclamos, pero no hacia dónde nos lleva una huelga general. Un paro de estas características ocasiona un gran perjuicio económico al país. El gobierno de Alfonsín soportó 13 huelgas; el de De la Rúa, ocho, ¿sirvieron de algo? ¿Se lograron los objetivos que las impulsaron? ¿Ayudaron a construir la nación o sólo sirvieron como una mera demostración de poder?

Sería importante que toda la clase dirigente trabajara intensamente para lograr un diálogo efectivo, la tolerancia, en la búsqueda de consensos, teniendo como misión esencial el bien común y no los intereses partidarios o sectoriales. Cuando ello ocurra tal vez el ciudadano deje de ser el jamón del sándwich.